Torneo

Pagó el error

En un encuentro sin sacarse diferencias y que se encaminaba al empate, un error defensivo le dio la chance a Santiago Silva y a Banfield de ganar el partido cerca del final. El Vélez de De Felippe volvió a mostrar una baja clara en el juego ante el equipo de Falcioni que no te perdonó.

Hernán Barcos se lamenta. El Fortín retrocedió en juego y pagó caro el error.

Paga los errores y los paga caro. Los que se genera solo. Los que le pisan la cabeza cada vez que intenta levantarla tras un triunfo. Así, con esa ciclotimia de juego transita este Vélez su camino en el Torneo de Primera División. Con las urgencias a la orden del día, con la necesidad imperante.

Omar De Felippe repetía por primera vez en mucho tiempo por el barrio de Liniers un mismo once fecha a fecha. La frase de "equipo que gana no se toca" era obligada tras el buen rendimiento y la imagen brindada ante Colón, donde el equipo se repuso de un duro golpe y pudo dar vuelta el partido. Es cierto, esta visita al Florencio Sola era distinta desde el vamos que el encuentro ante el Sabalero; pero dependía de Vélez sostener lo bueno de hacía poco más de una semana y potenciarlo.

En el arranque fue el equipo de Falcioni el que se paró mejor en cancha. Con las sociedades por izquierda de Brian Sarmiento y Bertolo, la calidad intacta de Walter Erviti jugando a un toque con una precisión enorme, con un Santiago Silva yendo a todas y fajándose con los centrales. 

Fue así que la primera clara la tuvo el Taladro. Nicolás Bertolo recibió solo en el área un gran pase de Sarmiento y de primera definió al ángulo de un Assmann que miraba como el balón impactaba en el marco derecho de su portería. Vélez intentaba generar peligro por las bandas y apelaba al buen criterio de Zabala para empujar, o las corridas de Gonzalito Díaz por la izquierda para llegar siempre hasta el fondo. Barcos bajaba a buscarla y a jugar, mientras que el Tigre Romero era deglutido por la pareja de centrales (Rodríguez jugó un partidazo). Quien no hacía pie era Tito Canteros, al que le costaba generar fútbol.

El local lo tuvo en un par con centros que pasaban cerca del área chica sin ser impactados, por remates desde afuera de Sarmiento y poco más. El Fortín, también tuvo una con un buen desborde de Díaz y Barcos de primera desvió el remate.

Para el complemento, los argumentos del juego fueron similares al inicio. Sin embargo y con el correr de los minutos, De Felippe planeó una variante y así fue que mandó a cancha a Alvarenga por Maxi Romero, quien hasta el momento había entrado poco y nada en juego. La idea del DT era ensanchar el campo y abastecer al solitario Barcos. Sin embargo, el cambio no produjo el efecto esperado. Zabala no se acomodó en su nueva función (línea de tres delante de Somoza) y Alvarenga entró mal en el juego jugando de espaldas y no de frente como lo demandaba el juego por la banda.

En el momento de mayor desorden de juego tanto par auno como para otro, donde todo se encaminaba al empate, el que se equivocaba perdía. Vélez cometió el error. La pasividad en la marca tras un lateral encontró a Sarmiento tirando un centro de espaldas habilitando a Silva que como animal del área y sin mirar el balón le ganó la marca a Caire y en una cabriola le pifió al balón para ponerlo lejos de Assmann y muy junto al palo. El Pelado lo gritó con locura y Vélez una vez más se ponía las esposas que lo inculpaban de impotencia.

Desde allí la desesperación de Vélez por empatarlo y la de Banfield por sostener una victoria soñada hicieron su parte. En la última pelota, el pibe Servetto tuvo el empate que tapó achicando muy bien Hilario, cerrando el hilo de esperanza para las miles de almas fortineras que se dieron cita en el Sur del Gran Buenos Aires.

Vélez mostró una vez más la peor imagen. Un perfil que empaña sus ganas. Lo dijo el entrenador y es una realidad: hay mucho por trabajar y poco tiempo por delante. 

Como párrafo a destacar es la pasión del hincha, que se dió cita, llenó la cabecera visitante, exigió un pulmón que se habilite ante tanto caudal de pasión y alentó siempre. Por ese aliento, se mantiene viva la ilusión, esa que debe ser correspondida... siempre.