Buenos Aires, Jueves 8 de diciembre de 2011.
(Prensa Vélez Sarsfield - Estadio Monumental de Victoria).
Que el Gato esté en el tejado es noticia para el barrio. Que contonee su figura por la cornisa más lejana, seduce en su imagen misma. Porque allí, en el ronroneo de su estilizado andar, el Gato (en este caso Rojo) hace las delicias de la platea futbolera que mira atónita desde la ventana que le abre el encanto. Así en palabras suena seductor lo que con los ojos se ve suculento. Porque en el tejado del Monumental de Victoria, esta noche un Gato Rojo hizo de las suyas para llevar a Vélez una vez más al camino triunfal. Hay Gato suelto.
Porque empezar a analizar el encuentro entre Vélez Sarsfield y Tigre disputado en la calurosa noche del 8 de diciembre, sin hacerlo desde David Ramírez; es como contar una película, armarle el guión y que el actor principal con su obra pasen sin pena ni gloria en los primeros minutos. Cuánto se debía una actuación como la de esta noche; cuántas veces desde su sarcástica autocrítica se habrá castigado ante una performance lejos de su ideal y de lo que uno sabe que él puede dar. Hasta hacía horas, en el Programa Oficial, soñaba con un gol ante Tigre para apaliar el semestre que decía ?no conformarlo? desde lo personal. Pero es sabido que el talento a la larga fluye, aparece, surge como cuando un Mago hace salir un conejo de la galera. Valga el ejemplo, con otro de los apodos que lleva David.
Porque donde sobraban piernas fuertes, él siempre buscó el toque sutil con el guante que calza en el pie. Porque donde se mete de punta, este talentoso se anima a meter un taco. Así se contagia el resto y Vélez empieza a jugar un fútbol de alto vuelo, por encima del tejado. Al punto tal que el mismo David descarga para Franco y éste, mata el balón con el muslo derecho y con el pie que finaliza la extremidad habilita a Ramírez que picó al vacío en busca de la pared para segundos más tarde ajusticiar a Javier García, abrir el marcador y salir a festejarlo señalando a su gente que delira. Porque cuatro minutos más tarde, captura un balón que se escurrió entre las piernas del Guille y en una bisagra de su botín le mete la rosca perfecta entre líneas para habilitar y poner cara a cara a Augusto Fernández con Javier García. Los presentó y el volante velezano clavó el segundo en un acto de poca camaradería, pero de mucha aptitud para definir. Así, desde sus pies la cosa pareció liquidada. Pero, el otro 10 de la cancha, el de Tigre, se inspiró ante tanto lujo y a poco del final del primer tiempo arrastró a cuatro hombres velezanos y arqueó el pie exactamente para ponerla al palo más lejano de Barovero. Un primer tiempo de vorágine, donde el fútbol lo marcaron los que llevaban el 10 en la espalda.
Para el complemento el argumento sería el mismo. Con un Vélez en busca de estirar la ventaja y aprovechando al máximo la desesperación del rival que con la derrota se veía en la tabla de descenso directo al cierre de la mitad de la temporada. Entonces, Ramírez hizo de nuevo lo que tenía que hacer, jugar y hacer jugar, y Vélez fue encontrando otra vez el rumbo. Al punto tal que en una viveza de Mariano Bíttolo para jugar rápido un lateral lo habilitó solo al Guille Franco ante la pasividad defensiva del Matador; para ponerla en un cuadrito y a otra cosa mariposa. Solo quedó tiempo para un par de lujos, la ovación a Augusto cuando se fue reemplazado y el pedido de que se quedara en Vélez de parte del hincha; y también la ovación al gran David que se fue reemplazado a poco del final.
Para Vélez fue volver a sacarse la espina tras la derrota en Rafaela. Fue comenzar a enderezar el cierre de un año 2011 que fue fantástico aún sin coronar algo más de todo lo que se peleó. Significó demostrar que las vacaciones empiezan el martes y que el compromiso de seguir luchando para terminar en lo más alto y cuidar lo conseguido está intacto. Fue también un guiño para Gareca, que pensará lo justo y necesario para decir otra vez que sí y enamorarnos a todos. Son esas victorias que dejan mil títulos dando vueltas y la sensación de paz y armonía.
Suelen decir en el barrio que cuando el Gato no está, los ratones salen a bailar. Suele suceder, por lo menos en la noche de Victoria, que cuando el Gato dice presente, también empiezan a sonar los primeros acordes. A Bailar señores.
Carlos Alberto Martino
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