Sin lugar a dudas que el encuentro estaba más allá de lo que terminó siendo el mamarracho del final protagonizado por el juez Ariel Penel. En la semana de mayor cuestionamiento a los fallos arbitrales desde la muy polémica actuación de Diego Ceballos en el título de Boca por Copa Argentina ante Rosario Central, el cierre de torneo para Vélez fue teñido por la mala decisión del árbitro de cobrar lo que no fue y así darle la chance a Independiente de cerrar en su casa y con una victoria ante su gente.

Es que con distintos argumentos, virtudes e impotencias, tanto el Fortín como el Rojo buscaron la victoria desde el protagonismo que podían ofrecer en el juego. El "podrían" radica en lo que hacían cada uno con la pelota. Mientras los de Pellegrino buscaron ser pacientes en la tenencia moviendo líneas, los de Russo no podían sostener la tenencia y el balón cambiaba de dueño con rapidez. Sin embargo, en el arranque y curiosamente sin tener tanto el juego, Vélez fue el que llevó peligro con un cabezazo muy claro de Yamil Asad que se fue por encima del larguero de la portería defendida por Diego Rodríguez.

Pero Independiente ajustó su juego y de a poco comenzó a llegar con claridad al arco de Aguerre que fue el que se levantó como figura con buenas tapadas (tuvo dos muy claras a Martín Benítez) sosteniendo el cero en el arco fortinero. En Vélez todo costaba cada vez más, con un Asad al que le costaba entrar en juego y a todo el equipo en dar dos pases seguidos sin perder antes la pelota.

El complemento tuvo mucho de lo que mostraron en el primer tiempo, con un Independiente que buscaba desesperado el arco de Aguerre con la conducción de Mancuello y un Benítez picante, pero que se iba a ir desgastando en tanta presión con el correr de los minutos. Vélez batalló el partido, pero casi sin ideas claras no llegó al arco de Rodríguez. El equipo de Russo fue muy sólido en el fondo con los centrales en gran forma, pero le faltó rapidez para manejar la contra y hacerse dueño del medio campo.

Pero cuando todo se encaminaba al empate, Penel quiso lo contrario. La gran diferencia de cobrar lo que se ve o cobrar lo que se quiere cobrar. En el último minuto de los cuatro que adicionó. Un desborde desde la izquierda de Benítez que tras el rebote con un fuerte remate impactó en la cara de Desábato cuando intentaba cubrirse. Penel no dudó y marcó penal. Desde allí todas las protestas todas cayeron sobre el juez, que quedaba en evidencia de su error con un Kolacha con el rostro ensangrentado en clara señal de dónde había impactado el balón. En ese tumulto de gente, Caraglio se excedió en la protesta y vio la roja, más Aguerre que vio la quinta amarilla y se perderá el encuentro del debut en el 2016. Todo se decantaba en el Bochorno, del juez, que seguramente pedirá disculpas en unos días. Rodríguez cambió por gol el penal y todo se encaminó a un cierre con nerviosismo y mucha bronca en la cara de Russo y cada uno de sus jugadores.

Es cierto, el error grave del juez no tapa lo que no pudo hacer Vélez en el terreno de juego durante los más de 90 minutos que tuvo de tiempo hasta la polémica; pero tampoco se merecía despedirse así del torneo, con una mano que no fue y otra en el bolsillo.

En tren de hacer balances, el 2015 se presentará en la memoria de todo como el peor en lo deportivo de los que por lo menos recuerde este humilde periodista. Las huellas quedarán como marcas para saber por dónde no volver a transitar. El camino fue duro y con demasiados golpes. Desde lo esquivo que fue ese arranque en Mar del Plata con ese desempate inventado hasta esta despedida con derrota donde los números fríos dan cifras escalofriantes de haber perdido la mitad de los juegos disputados.

Queda el agradecimiento a Miguel Ángel Russo por haber puesto el pecho y su trabajo ante este duro momento de Vélez. Tal vez pesarán como siempre los resultados para analizar una campaña, pero nunca faltó el trabajo, con aciertos y errores, con virtudes y defectos, pero siempre con trabajo.

Mirar para adelante con ilusión es lo que cuenta. Deseando la mejor de las suertes a Christian Bassedas para lo que vendrá en su primera experiencia como entrenador. La fortuna de él será la nuestra. Que sea un gran año el que venga, sabiendo que el que pasó, no debe volver jamás.