Le duele salir de casa. Tal vez sea la forma más simple de encontrarle una explicación lógica a una campaña que de visita se hace agua. Quizás no sea conveniente sumergirse en las profundidades de una ciclotimia que lo tiene a mal traer, a un Vélez que se debate entre la impotencia de no poder encontrar la regularidad que le permita creer, confiar y seguir luchando.

Porque se reitera en los mismos errores, se tropieza una y otra vez con la misma piedra, el mismo golpe, el mismo gesto. Porque desconfía hasta de su propia sombra y comete uno tras otro los mismos errores que termina pagando caro... demasiado caro. Porque los primeros quince minutos fue un desconcierto de pases imprecisos que tenían siempre como destino la camiseta clara del rival o desatenciones que llevaron al extremo la agonía. Así fue que se perdió la marca de Alan Alegre por el segundo palo en un segundo que fue letal para que el defensor se eleve solo y sin marca para vencer al golero uruguayo. Fue así, que minutos mas tarde, el local jugó rápida una pelota parada y otro instante de duda en Cubero que no despejó el balón le dio rienda suelta a Cabrera para llegar al fondo y buscar el mejor pase para el pibe Ilarregui que solo tuvo que empujar el balón. Así entonces, en el amanecer del juego, estar abajo por errores propios, son esos masazos de los que Vélez últimamente no puede despertarse.

Porque así y todo, aprovechando que la necesidad de triunfos de Quilmes (que además con la victoria salió del fondo) lo llevaban a jugar en su campo bien cerca de Benítez, se adelantó en el campo y dispuso de la posesión absoluta de la pelota. En esa discusión estéril de los últimos años sobre tener la pelota y qué hacer con ella, el equipo del Turu Flores fue inteligente para moverla de un lado al otro, pero le faltó esa lucidez que tuvo tan solo en un instante y a los empujones con una gran pase de Cabral para una mejor definición de Pratto en el descuento.

Cuando parecía que por decantación y presión, Vélez iba a quebrar el triunfo parcial del Cervecero porque tenía aún más la pelota, la recuperaba rápido en mitad de cancha, el Turu quemó las naves y se movían rápido sus hombres para generar espacios; justó ahí se acabaron las situaciones de peligro. El Fortín tenía la pelota, presionaba pero no podía crear una situación de gol ante un equipo de Quattrocchi que se metía cada vez más atrás. Encima, para colmo, de contra, Bryan Sarmiento (había ingresado) casi define la historia con un Sosa a medio camino que fue salvado en la línea por un Lucas Romero que con la cabeza sacaba el peligro. Además, Quilmes contó con otra clara que tapó Sosa y que después Domínguez terminó reventando. Así, todo se fue encaminando hacia lo que no puede torcer Vélez cuando abandona su casa. La sexta derrota consecutiva sin ganar de visitante, una extraña campaña que tiene en casa un handicap ejemplar pero que se rompe sin puntos medios de visita.

Sea lo que sea, pase lo que pase, preocupa. Cómo no va a preocupar. Porque tal vez ya excede el aprendizaje de un equipo que está en formación. Pero no preocupa por los resultados, genera preocupación los errores que derivan en retirarse con la cabeza gacha, en una imagen repetida.

Duele y duele mucho que el campeonato se termine cuando aún queda mucho por luchar.

Sea lo que sea, Vélez tiene que levantarse. No es de ninguna manera ésta la imagen del equipo, de un plantel que está para otra cosa. Sea lo que sea... tiene que cambiar.

@martineta16