Resulta inevitable pasar por esas horas y no empañarse la mirada. Dejarse llevar por el reloj en su cuenta atrás y volver a ese lugar del Amalfitani donde dijiste presente en aquella despedida. Es terminar de saborear una victoria como tantas en aquellos años y sentir el sabor amargo del adiós. Porque ninguno de los dos goles de esa fría tarde ante Colón de Santa Fe en Liniers, pudo apagar tanto dolor por la partida. Ni siquiera que esa victoria encaminaba a Vélez a las puertas de un nuevo título. 

Es encontrarse una vez más en la popular, en la Norte o la Popular Visitante; mirar a tu alrededor y entre el manto de lágrimas ver que todos estaban en la misma. Un mar de llanto bajaba desde las gradas en el preciso instante en el que se apagaban las luces del estadio y su figura semi calva y blanca, con sus manos que se confundían en lo alto y en frotarse su cara, salía una vez más al césped del Amalfitani. Una vez más, la última vez como entrenador de Vélez.

Carlos Bianchi arribó a Vélez como entrenador a fines de 1992, dejando atrás la comodidad francesa para forjar una aventura en su casa. Tres años y medio más tarde, ese 29 de Junio de 1996, tomaba el micrófono y le decía a un estadio empapado en llanto las palabras de su adiós. La Roma de Italia lo esperaba junto a Roberto Trotta, quien también se despedía esa tarde noche. 

Entre aquel discurso interrumpido por el llanto en varias oportunidades, el Técnico más ganador de la Historia de Vélez Sarsfield dejó dos promesas por cumplir. La primera fue saldada a las pocas fechas. "Si el equipo tiene posibilidades de salir campeón haré lo imposible para estar junto con los jugadores en la última fecha en el cotejo ante Independiente", dijo Bianchi en el compromiso con el hincha, el equipo y su amigo y colaborador Osvaldo Piazza que se hacía cargo de la conducción de ese equipo leyenda. Esa ultima fecha, juntos se abrazaron eternamente en un festejo que comenzó desde la estirada inolvidable de Chila para taparle el penal a Burruchaga, hasta el pitazo final que lo coronó nuevamente al Fortín como el Mejor de la Argentina; moneda corriente en los noventa.

Bianchi se despedía del club al que había comandado hasta lo más alto. Bianchi se iba del club con un Vélez primero en la tabla de promedios y con una gran cosecha de títulos más la formación de un plantel ganador, de una estirpe gloriosa que se mantendría año tras año.

La segunda es una cuenta pendiente, pero que por las condiciones fijadas aquella misma tarde, uno desea que siempre quede en las cuenta del debe. "No conduciré al equipo en el futuro sólo si las cosas marchan mal. Pero eso no ocurrirá", había sentenciado Carlitos.

Bianchi se despedía del club al que había comandado hasta lo más alto. Bianchi se iba del club con un Vélez primero en la tabla de promedios y con una gran cosecha de títulos más la formación de un plantel ganador, de una estirpe gloriosa que se mantendría año tras año.

20 años de aquella noche que parecen un ayer. Su legado descansa firme e inalterable en las paredes del viejo vestuario del Amalfitani. "Provagar", escribió de puño y letra. El día en el que Bianchi se despidió de Vélez y la gente le regaló el recordado "Olé olé, olé olé olá... a Carlos Bianchi nunca lo voy a olvidar...".