Vélez Magazine

La hecatombe, la debacle total...

Por la 19ª fecha del torneo de 1950, Vélez visitó a Huracán en el Tomás A. Ducó. El episodio insólito, difumó la chance de Vélez de dar el gran salto y terminó con sus pretensiones en el torneo. La policía desactivó el polvorín, detuvo a los 22 jugadores y los trasladó a la seccional 28ª donde se les aplicó la sanción punitiva: 3 días de detención por desorden no conmutable por multa.

El 22 de abril de 1951, un año después de la gala boxística ofrecida en Parque Patricios, Vélez volvió a su cancha e inauguró sus nuevas tribunas de cemento. El azaroso convidado a la fiesta fue ?El Globo?, que en partido correspondiente a la 2ª fecha cayó derrotado sin atenuantes en Liniers por 2 a 0 con dos tantos de Nápoli.

La frase título de esta nota era la muletilla con que la voz en off de Pablo Granados comenzaba a cerrar el desopilante y delirante segmento ?Deportes en el Recuerdo? del programa televisivo Videomatch. Aquellos ficcionales cronistas de antaño, Molfino y Vidaña, teñidos en colores sepia, culminaban la crónica de un novelesco partido con el relato de una gresca generalizada, algo que seguramente ninguno de los millones de telespectadores del sketch imaginó alguna vez  pudiera haber sido realidad.

 

Por la 19ª fecha del torneo de 1950, inicio de la segunda rueda, Vélez visitó a Huracán en el Palacio Tomás A. Ducó. El equipo de Spinetto venía de doblegar a Ferro por 2 a 1 en el mismo escenario,-el Amalfitani estaba cerrado por reformas-, y ocupaba la sexta posición en el campeonato a cinco unidades del líder San Lorenzo. El conjunto que se presentó esa tarde de sábado en Parque de los Patricios era la base, la raíz, de lo que luego sería la inolvidable formación subcampeona del 53. El sólido funcionamiento y sus buenos rendimientos previos le otorgaban crédito y serias aspiraciones en el certamen. ?El Globo?, que la temporada anterior había salvado milagrosamente la permanencia en la categoría  tras jugar un desempate con Lanús, penaba nuevamente contra el fantasma del descenso y se ubicaba en los últimos escalones de la tabla a cuatro puntos del colista Quilmes.

 

El episodio que voy a narrar, insólito en el fútbol argentino, -una circunstancia ajena al rodar de la pelota-, difumó la chance de Vélez de dar el gran salto y terminó con sus pretensiones en el torneo. Don Victorio, un prócer velezano, eligió para asumir el importante compromiso a los siguientes jugadores: Rugilo; Curutchet y Allegri; Scrugli, Ruiz y Ovide; Nápoli, Mallegni, Costa, Zubeldía y Menéndez. El local formó con: Ricardo, Uzal y Filgueiras; Naya, Jiménez y Badin; Di Pace, Bravo, Cortón, Arbios y Quiñones.

 

Para sorpresa del numeroso público presente Huracán abrió el marcador a los 2 minutos por intermedio de Bravo, sin embargo, la superioridad de Vélez era tan evidente y abrumadora que un cuarto de hora más tarde Menéndez clavaba de cabeza el transitorio empate y ese fue el resultado con el que los equipos se fueron a los vestuarios al término de la primera etapa.

 

La plática del técnico velezano en el entretiempo dio sus frutos, entonces, sin brillo pero con el orden al servicio colectivo, la presión y el dominio ejercido por los futbolistas representativos de nuestros colores sobre el adversario se tradujeron en dos nuevas conquistas: Menéndez, de soberbia actuación y nuevamente de cabeza aprovechando un preciso centro decretó el 2 a 1, y faltando diez minutos Vélez remontó definitivamente un desarrollo que se había tornado adverso desde temprano cuando el delantero Nápoli pareció liquidar el pleito y sellar el triunfo, marcando el tercero y dejando en claro la diferencia de aptitudes entre una y otra escuadra.

 

Cuando agonizaba el encuentro el árbitro cobró una infracción a favor de Vélez a escasos metros del área de Huracán, Mallegni, el encargado de ejecutarla, demoró más de lo aconsejable el remate con la intención de aplacar el ritmo, aferrarse a lo conseguido y apoyado en la certeza de una ventaja irremontable, provocando el fastidio y la ira del defensa izquierdo Lino Antonio Badin, (fue su segundo y último partido en primera división) que sin advertencia previa le aplicó un tremendo y furibundo trompis-vocablo de uso común en la época que significa trompada-,(la tonta explicación es solo un recurso, un artilugio para completar los renglones necesarios, nunca dudé de sus conocimientos amigo lector). Se desencadenó entonces el despelote, la trifulca, la batahola, la riña, la reyerta, el caos, la hecatombe, la debacle total, la sucesión de hechos bochornosos que involucraron a los 22 jugadores, particulares que aparecieron desde el túnel, hinchas locales que saltaron el alambrado, el aguatero, el canchero, el perro del canchero, la señora que lavaba la ropa, los vendedores ambulantes, plateístas, controles, acomodadores, el pizzero de enfrente, el que Ud quiera agregar, todo cristiano que pasaba por la zona se sumó a la pelea y repartió garrotazos, golpes y patadas voladoras. ¡Pum!, ¡Crash!, ¡Shock!. En fin?.un verdadero y generalizado quilombo. La prensa escrita reflejó con sus comentarios la gravedad del asunto, ?El terreno se convirtió en un gigantesco ring de boxeo. El fútbol trocó en una contienda pugilística, en una batalla campal. El único que se aisló completamente de los disturbios fue Rugilo, que intentó separar a los contendientes y al no lograrlo optó por volver a su arco y sentarse a esperar que todo terminara. Detrás suyo, en la popular, los hinchas velezanos observaban boquiabiertos los acontecimientos?. Pasados unos cuantos minutos, el enjambre de puñetazos y porrazos se disipó, pero el Sr. Meade, pésimo juez inglés, no reapareció en la cancha,-copiando la actitud del Virrey Sobremonte había rajado con sus colaboradores cumpliendo con la veraz consigna, ?Soldado que huye sirve para otra guerra?-, y ordenó a su intérprete anunciar la lógica suspensión del espectáculo.

 

Los sociólogos sostienen que el fútbol suele ser el factor más unificador de una comunidad y los protagonistas de los incidentes respetaron,-con la sola excepción mencionada-, a rajatabla ese axioma: se unieron sin distinciones para cagarse a trompadas.

 

La policía desactivó el polvorín, detuvo a los 22 jugadores y los trasladó a la seccional 28ª donde se les aplicó la sanción punitiva: 3 días de detención por desorden no conmutable por multa. Juntitos, como una gran familia, fueron depositados en la Alcaldía de Contraventores de Villa Devoto donde pernoctaron la noche del sábado, y estuvieron recluidos, apresados, casi todo el domingo. Tras ingentes y ardorosas negociaciones por parte de los directivos de ambas entidades, a las 22hs del antedicho domingo 20 de agosto fueron liberados y pudieron regresar a sus hogares.

El saldo deportivo del tsunami de piñas fue nefasto. El jueves 24 de agosto el Tribunal de Disciplina dio a conocer las penas para los 22 ?sediciosos?: Di Pace recibió 15 fechas, Ricardo, 10; Uzal, 8; Filgueiras, 6; y el resto de los jugadores de Huracán fue sancionado con cinco partidos. Por el lado de Vélez fueron suspendidos por 6 jornadas: Ovide, Rugilo, Menéndez, Ruiz, Nápoli y Mallegni; y con cinco fechas: Curutchet, Allegri, Scrugli, Costa y Zubeldía.

 

Los correctivos impuestos por la AFA derrumbaron el objetivo del equipo de acceder al título. En las seis fechas siguientes Vélez cosechó solo dos puntos actuando con una alineación de emergencia plagada de pibes de inferiores y matizada con veteranos como Bermúdez, Bottini y Heisecke. Solo Oscar Huss, titular insustituible, ausente en las hostilidades por una lesión, eludió los severos castigos. Huracán mantuvo la categoría venciendo en otro desempate a Tigre.

El 22 de abril de 1951, un año después de la gala boxística ofrecida en Parque Patricios, Vélez volvió a su cancha e inauguró sus nuevas tribunas de cemento. El azaroso convidado a la fiesta fue ?El Globo?, que en partido correspondiente a la 2ª fecha cayó derrotado sin atenuantes en Liniers por 2 a 0 con dos tantos de Nápoli. Previo al cotejo, dirigentes de Huracán hablaron a la multitud reunida y elogiaron los logros arquitectónicos, y vaya paradoja, Allegri recibió del capitán visitante un ramo de flores cuando unos meses antes había absorbido y sufrido, de parte de los mismos rivales, trompadas, cachiporrazos, cachetazos y sopapos. Los códigos del fútbol no se quebrantan y los preceptos se cumplen, ?Lo que pasó en la cancha, queda en la cancha?.

Rugilo; Curutchet y Allegri; Scrugli, Ruiz y Ovide; Nápoli, Mallegni, Costa, Zubeldía y Menéndez. ¡Figuras! de ?Deportes en el Recuerdo?.

 

N de R: Agradezco los datos estadísticos aportados por el periodista y amigo Oscar Barnade para la redacción de esta reseña.

 

Gabriel Martínez