Por errores propios y ajenos. Sin palabras de relleno. En medio de una seguidilla frenética de encuentros que enmarcan este arranque de 2014 cuando ya se llevan jugados en dos meses y monedas, la misma cantidad que normalmente se disputan en un semestre. Sumido en una de esas rachas nefastas que te sumergen en lo más profundo, como señal e instantáneas de un camino que se tuerce por más que se intente lo imposible por volver a enderezarlo.

Porque sin lugar a dudas, las cuatro derrotas al hilo que suman siete en el campeonato son muestras inequívocas de muchas de las cosas que le fueron ocurriendo a este Vélez del Turu Flores en el campeonato. Un Vélez que a su vez llegó al mitad del torneo con chances intactas e inmejorables; un Vélez que lideró la tabla como el mejor de la Fase de Grupos de la Copa Libertadores de América con 15 puntos, cosa no menor. Pero que fue presa de fatalidades que se repitieron caprichosas una y otra vez, para coartarle la fortuna en el torneo doméstico.

Porque la jugada que derivó en el gol de Teo Gutiérrez no fue un error de Seba Sosa; fue el riesgo asumido de apostar por una salida con pelota al pie. Errores que Vélez asumió en la pelea y que definitivamente terminó pagando un precio demasiado alto para su real valor. Un precio aún más elevado que el dólar blue o paralelo. Un precio que por más que luego vendió cara cada una de las derrotas, fue excesivamente alto.

Por propuesta, nadie ha sido superior a Vélez. Tampoco en lo fútbolístico ni en lo físico; aunque las derrotas en simultáneo fueron desdibujando la performance individual y por ende, la grupal del equipo. Por eso le cuesta salir, sacar la cabeza fuera del agua y tomar una bocanada de aire puro por respirar. Más allá de los fallos de Trucco que fueron errores ajenos no forzados (la posición ilícita de Teo en la jugada del gol y el penal no cobrado a Allione sobre el final). Por propios o ajenos (como reza el título de este informe) Vélez sentenció en cada una de las derrotas de este Final, su despedida forzada y dilatada de la lucha por el campeonato.

En definitiva, si había forma de caer rendido en batalla era ésta. Con todo. Cuando se inició este camino el mensaje fue claro. "Se va a pelear todo", dijeron los principales referentes. Así fue. Cuando se ganaba y cuando se conoció la verdadera cara de la derrota. Vélez no renunció a esa pelea absoluta ni mucho menos. Por eso no hay lugar a reproches ni debe haberlos. No hay tiempo.

Solo queda pensar en la Libertadores. Ese anhelo siempre latente que pareciera marcar el pulso del corazón y del Vélez que queremos. Un Vélez que se deberá levantar y demostrar que la historia no está sentenciada. Un Vélez que entendió que la historia la escriben los que arriesgan, con la pelota al piso y ahora más que nunca, con el corazón en la mano.

@martineta16