El día que apagaron la luz. Fue el momento en que se hizo la noche. Donde en la oscuridad, curiosamente, se desnudó la impotencia de querer y no poder. Porque en el mismo instante en el que se apagaban al unísono los focos de luz en el estadio anclado en el bosque, las ilusiones de Vélez en el Inicial también se atenuaron. La cima se ve lejos y alto y los diez puntos que terminan tomando distancia con más de media tabla por delante, parecen casi imposibles de descontar.

Porque si tenía valor el encuentro ante Gimnasia en La Plata, para este Vélez; era un triunfo que de conseguirlo iba a ser de mucho más que tres puntos. Iba a ser la confirmación de mantenerse vivo, de seguir en la lucha, de dar batalla en un punto de partida esperado y anhelado. Mucho más cuando desde el arranque, el Fortín salió con todo a copar el terreno tripero con un pressing tremendo que ahogaba al equipo de Troglio en su terreno y lo asfixiaba contra su arquero Fernando Monetti. 

Fue tan así el arranque que luego de mantener dos minutos el balón en el campo de Gimnasia, a los cuatro minutos, Pratto habilitó entre líneas a Mauro Zárate que no perdonó al portero y salió a celebrar en el silencio de la noche su conquista. Todo parecía de maravillas para el equipo, que encima crecía en fútbol y recuperación con un medio a todo terreno, con Cabral, Canteros, Romero y Cerro; sumado a la entrega de Pratto.

Esos primeros 30 minutos de juego para Vélez fueron los de un alto juego que llevó a Troglio a volverse loco porque su doble cinco no encontraba el juego, porque Gimnasia no hacía pie en su propia cancha y los murmullos no tardaban en bajar de las gradas.

Apagón. Las luces fueron presas de la noche y se tiñó todo de oscuridad. Porque por más que a los 14 minutos de haberse detenido el juego por el corte en el suministro lumínico, pareció que a Vélez nunca volvieron a darle el encendido. En la reanudación del juego, en lo que se encaminaba a un cierre tranquilo, cambió.

Mauro Zárate se mandó entre Blengio y Monetti en una pelota dividida siendo derribado por el guardameta con claridad, a lo que un dubitativo Álvarez dejó seguir para que en la jugada siguiente, Vélez quede mal parado en el fondo y en la contra Gimnasia se encuentre con la posibilidad de incrementar sus chances de dar vuelta la historia porque Seba Domínguez se iba expulsado bien por el juez como último hombre por deribar a Pereyra. Fuetan penal como Domínguez bien expulsado, lástima que el juez y sus colaboradores vieron una parte de la historia. La que favoreció a Gimnasia, porque si Álvarez pitaba la pena máxima, tal vez, en ese momento Seba no se iba expulsado. Todo había cambiado. Algo se había roto.

En el complemento la historia se volvió nefasta. Con las sombras de la oscuridad aferradas a todas sus líneas y con un hombre de menos; Vélez fue preso del envión anímico del conjunto de Troglio y padeció. Lo empató Lucas Licht (con la fortuna de que el balón se desvió en Cubero para descolocar a Sosa). Lo ganó Maxi Meza, tras una desinteligencia defensiva. Ya no había fuerzas para torcer el destino.

Duele despedirse casi del torneo apenas cruzada la mitad de camino. No estamos acostumbrados, no es la forma para Vélez. Duele por la campaña pasada en el Final, también. Será cuestión de levantarse. Esa es la obligación. Por orgullo, por prestigio ganado. Por honor. El día que nos apagaron la luz, la ilusión.

Twitter: @martineta16