Cuando pareciera que en el fútbol no existen reglas exactas, siempre aparece algo que lo pone en duda. Porque es tan impredecible como maravilloso este deporte de 22 hombres disputando el balón y tratando de vulnerar la resistencia rival, que cualquier estrategia es válida para llevar a cabo ese objetivo. Aún, cuando los resultados manden y la lejanía obtenida por los puntos perdidos estén a la orden del día y maniaten las chances de dar el salto. Aún así, en medio de esa incertidumbre adornada con la eliminación de Copa Libertadores, se puede sumar y las cuentas siguen dando. 

Porque por más lejos que hayan quedado los sueños tras la tanda de penales ante Santos en Brasil, que significó el pasaje de regreso de la competencia que mas ambicionaba todo el mundo Vélez; las cuentas hacen que la ilusión se mantenga viva, por más tenue que pueda ser su llama. Porque una victoria como la de esta noche en Santa Fe, ilusiona, contagia y manda mensajes a quienes hoy están allí arriba intentando hacer pie en una altura que heredan de malos resultados de sus adversarios, tratando de acomodarse al hecho de encontrarse con chances de coronar cuando aún no se lo esperaban.

Vélez Sarsfield sufrió un golpe muy duro entre semana y lejos de casa. Esos golpes que te dejan rendido y de rodillas; esos cachetazos que te da el fútbol de los cuales no es para anda fácil salir, escaparse. Los fantasmas se dan cita y la desconfianza está en la escala de valores cotizando en bolsa. Pero nada es así. Todo lo contrario. Parece que la derrota los hizo fuertes y van en busca de la porción de acciones que le queda para hacerse del todo en el campeonato doméstico.

Así lo confirmó en la noche santafesina, con la victoria a dos goles ante Colón. Con tantos de dos abanderados de la resurrección como Juan Manuel Martínez y Augusto Fernández. Con todo un plantel que soporta las lesiones (siete bajas en 20 días), los resultados adversos, la mala racha y lo que quiere pero no puede ser. Pero se aferra a ese gramo de esfuerzo que lo trajo hasta aquí. Ese sacrificio que todavía le mantiene vivas las chances. Ese sudor que le permite aún creer cuando el descreimiento es moneda corriente, aún para el más creyente. Porque la matemática da, las cuentas cierran y las chances también. Entonces, por qué no soñar. Por qué no permitirse la ilusión de que aquellos pierdan el terreno y el cartón lleno de los nuestros nos encuentren en las puertas de otra conquista. Es difícil, es cierto, pero no imposible. No existen impedimentos de ese tenor cuando se trata de Vélez. La victoria ante el conjunto de Sensini habla por sí sola. 

Lo que sí es necesario ganar en casa para poder cosechar los nueve de nueve que hay en juego y esperar que los demás pierdan puntos. No depende directamente de Vélez, pero si Vélez cumple su parte, la mitad del camino estará allanado.

En la noche del lunes apareció el juego. Se convirtieron los goles que pudieron ser más. Se encendió de nuevo la luz de esperanza que nunca se apaga ni abandona. Nunca es tarde. Nunca digas nunca. Mientras las sumas jueguen con la V en el pecho. Nunca es tarde.