Un empate como el de esta noche frente a Independiente y a esta altura del campeonato, puede abrir distintas percepciones según desde qué punto de vista se lo mire, desde que óptica se lo examine. Porque sumar un punto en casa, luego de una victoria tan importante del pasado fin de semana en el cercano Bajo Flores y en esta noche ante un rival que no supo cómo llegar al arco de Barovero, puede resultar poco. Pero si usted vira el lado del cristal por el que mira y observa el camino a transitar, verá que sólo hay una derrota en el horizonte, a ocho fechas de iniciado el campeonato y a un paso de la punta si es que el actual líder no estira su ventaja.

Porque en el trámite del juego ante el Rojo, el conjunto de Tigre Gareca fue mucho más de principio a fin. Quizás pagó caro no haber hecho pie en los primeros y vitales cinco minutos de juego. Allí fue donde casi sin proponérselo, el equipo de Cristian Díaz se encontró con una ventaja que no esperaba y que ni siquiera fue a buscar. Fue en el quedo de Augusto Fernández al intentar parar la pelota cuando más quema donde encontró el oportunismo goleador de Facundo Parra y comenzó a acomodarse a un encuentro donde no le sobraba nada y que le faltaba mucho.

Porque a partir de allí, Vélez se propuso no pasar sobresaltos; tal será que luego de un remate desviado de Argachá, el Rojo ni inquietó a la valla de Barovero que fue un espectador de lujo. En el local creció la figura desde la marca de Francisco Cerro, esa debilidad del hincha velezano que lo ve desplegarse por el campo de juego en busca de recuperar balones; como también se agigantó en juego la presencia de Ariel Cabral que tuvo un partido correcto desde los aciertos en las decisiones que tomó. Así con un Augusto que hacia pie más firme en cada minuto que pasaba por el 12 del reloj, Vélez empezó a empujar contra el arco de Gabbarini.

Tanto presionó, que un barullo y con un pase desde el piso de Fernández, Lucas Pratto corrió hacia el balón y con un puntazo la clavó lejos del agarre del arquero rojo y niveló las acciones. Un desahogo para un equipo que quería más pero encontraba poco en el campo de juego. Bien por el oportunismo de Pratto y por la lucha de cada balón.

El encuentro desde entonces, fue un monólogo de Vélez. Independiente replegó sus líneas y se dedicó sin vergüenza -total su casaca es colorada- a defender el empate. Y fue cuando Vélez chocó una y otra vez contra la impotencia de marcar. Lo tuvo a poco del final del primer tiempo Óbolo de cabeza y Cerro con un remate que pedía ángulo mientras Gabbarini lo mandaba al córner. Ni siquiera el Burrito Martínez pudo torcer el destino del encuentro, ya que entró inconexo cuando Gareca le dio cancha. 

Pero las rachas malas a veces parecen aferrarse a quien hace mucho por desterrarlas, por lo menos desde la entrega, la humildad y el sacrificio. Porque Mauro Iván Óbolo tuvo el triunfo en su cabeza, pero el balón se acomodó en el travesaño para romperlo y así sus manos contra el piso ante tanta sequía. La última también fue de arriba pero la secuela de la anterior hicieron que el delantero casi no llegue a impactar la redonda. Empate en fin. Ellos festejan, los nuestros se retiran con bronca.

Por eso es válido analizar el punto. Busque el punto de vista que más le guste para hacerlo. Pero no deje de tener en cuenta que si bien son puntos que duelen, todavía queda mucho camino por recorrer y rivales por enfrentar. Nunca fue tarea fácil para Vélez cada empresa que se propone y que luego consigue. ¿Por qué esta ha de ser la excepción?.

Twitter: @martineta16