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Los muertos no votan

Navegan en mi mente momentos de mi infancia. Me recuerdo sentado a upa de mi abuelo, en un patio de una casa chorizo de Vila Luro. Cuentos, historias, vivencias personales. Anécdotas de su juventud y adolescencia, vivencias políticas e historias velezanas de su plenitud física.

Fechas, partidos, jugadores, historias, muchas frustraciones en esa época que hicieron que mi viejo se fuera sin ver la GLORIA de su querido Fortín.

Los muertos no votan

Navegan en mi mente momentos de mi infancia. Me recuerdo sentado a upa de mi abuelo, en un patio de una casa chorizo de Vila Luro. Cuentos, historias, vivencias personales. Anécdotas de su juventud y adolescencia, vivencias políticas e historias velezanas de su plenitud física. Me acuerdo que me contaba datos históricos del motivo por el cual había dejado de ser radical, cuando en la década del veinte y treinta, lo habían intentado obligar a que votara por un par de muertos. La década infame, la disputa con los conservadores, la nula y escasa ética y tecnología hacía estragos en las urnas y no respetaba voluntad popular en lo más mínimo.  Mi vieja, su hija, heredó la pasión velezana y para no ser menos y perpetuar la herencia se casó con mi viejo, también hincha de Vélez. De esa manera, se perpetuaba el linaje y se aseguraba una especie fantástica de sangre azul?.azul y blanca obviamente.

 

El primero de Febrero del año 1990, mi viejo nos dejó en forma imprevista. Se nos fue sin saludar, sin sentirse mal, sin esbozar un dolor o una queja. Se fue sin ver la gloria velezana que durante los años sucesivos, nos llevaron a ganar todo y conquistar el mundo. Pasaron 25 años de la partida de mi viejo, socio vitalicio con orgullo y pasión. Tengo que confesar que nunca, y remarco con mayúsculas, NUNCA, le di de baja del padrón. Su persistencia en la lista como socio vitalicio fue, y sigue siendo para mí y mi familia, motivo de orgullo. Sé que no es reglamentario. No sé si reglamentario es la palabra. Sé que quizás no sea ético, aunque tampoco creo que ética sea la palabra. Conservo su carnet de librito de vitalicio como mi tesoro más preciado. Cada tanto, lo miro, le sonrío y automáticamente me transporto a esas tardes de domingo, en la Popular Oeste, hoy visitante, entre el codo y la hinchada siguiendo la línea del área grande. Me abrazo con mi viejo, mis primos y mi tío, grito un gol de Willington, Carone, Bianchi. Mi papá me contiene mi llanto desconsolado cuando en el 71 ?Buracán? nos amargó la fiesta. Fechas, partidos, jugadores, historias, muchas frustraciones en esa época que hicieron que mi viejo se fuera sin ver la GLORIA de su querido Fortín.

 

Me prometí a mí mismo, el día que nos dejó físicamente, que iba a seguir siendo socio vitalicio de nuestro querido Vélez Sarsfield. Sé que no corresponde, sé que no es lo más indicado. Lloraré el día que se lo saque del padrón, aunque las reglas son las reglas. Cuánto daría para que mi viejo votara!!!!!!!!!! Daría lo que fuera para que tomara con orgullo su carnet de librito y se acercara a una urna. Porque simplemente eso hubiera significado que mi viejo estaba vivo. Lejos, muy lejos quedaron los cuentos de mi abuelo, en donde los radicales y los conservadores se peleaban por el voto de los muertos, luchando a brazo partido por un espacio de poder sin respetar las decisiones de la mayoría. Es fácil regar la cancha y embarrarla, de esa manera se le intenta al rival quitarle piernas. Máxime cuando el equipo que riega ve que sus posibilidades de victoria se alejan por decisión popular. Entonces, cómo hacer en la era de la tecnología para que puedan votar los muertos?


Fabián Spinelli

Socio Vitalicio 4853