Así va a ser y será siempre el camino para Vélez. Con dolor, sufrimiento. Con algo que cueste caro, que cada punto que se cosecha a cambio, haya que dejar el alma y media vida. Como esta tarde ante Defensa y Justicia. Si no se sufre no vale. No sirve. No cuenta.

Es que es sin lugar un camino muy dificil y duro para este Vélez de Omar De Felippe el que atraviesa con el objetivo de encontrar el equipo en nombres, el juego, los puntos y zafar de una zona comprometida. Todo en el mismo precio, todo en el mismo intento y casi sin tiempo para ensayos, ni errores. Por eso, era inevitable e imperiosa la idea de regresar a la senda del triunfo. Había que cortar la racha nefasta de derrotas, desterrar ese espíritu perdedor del aire de Liniers y de aferrarse a la salvación eterna.

Encima, el rival (directo en esta lucha) le ponía el marco perfecto para darle la importancia justa al triunfo. Ese triunfo que por necesidad y obligación debía llegar ya; pero que también esa sumatoria de tres puntos se planteaban como un objeto preciado de valor incalculable. La victoria no tenía precio en el Amalfitani para Vélez, pero Vélez debía vender cara la derrota.

El entrenador apostó una vez más en la semana a meterle mano al equipo en pos de ese juego que tiene que aparecer y demuestra que no le tiembla el pulso. Correa que venía siendo titular quedó fuera de la lista y en su lugar apareció la frescura de un Matías Vargas que venía de una semana tremenda con muy buenos rendimientos dejando atrás la lesión que lo tuvo inactivo. Pavone entró por Barcos y le devolvió la convocatoria y el puesto a Gonzalito Díaz. Caire volvió al lateral zurdo y a Grillo lo sentó en el banco. Con esas variantes, el DT apostaba a la reacción.

Los primeros minutos del juego adelantado por la décima fecha mostraron a un Vélez que intentaba jugar con el buen criterio y ubicación del Monito Vargas, acompañado muy bien por Pavone. Si bien al equipo le costaba por afuera con Díaz y Alvarenga inconexos; por el medio Vargas se encargaba de mover el amperímetro del juego del Fortín. Fue así que la más clara para Vélez apareció de la sociedad de Vargas y Pavone. El Pibe metió un pase entre líneas y el Tanque en su especialidad de arrear a todo el mundo se llevó a Jeréz Silva a la rastra y cuando salía Rossi a achicar, definió suave a un palo tan cerca de gritar el primero. 

El local tuvo una más en la cabeza de Giannetti pero el disparo se fue cerca. Sin embargo, fue el Halcón de Varela el que volvió a abofetear la confianza de este Vélez. Porque en una salida con conducción de Pochettino, abrió la pelota para Bauzat que con un remate y ante la floja reacción de Assmann habilitó a Stefanelli que definió alto al corazón de todo Vélez. Una vez más el equipo debía remontar el resultado. Una vez más, el equipo, sentía el impacto de cometer un error que lo paga caro con gol. Porque desde ahí, otra vez las dudas y el murmullo se apoderaron del estadio completamente y la pelota quemaba a escalas obscenas. Lo mejor que podía pasarle a Vélez era irse al vestuario y charla de por medio, intentar torcer el destino a una tarde que pintaba nefasta, como las otras.

De Felippe sacó al paraguayo Cáceres y le dio cancha a Tito Canteros para jugar. Literal. Canteros ingresó para que juegue Vélez. Y fue un acierto más del entrenador. Más porque ya había acertado con el ingreso desde el vamos de Vargas. A los ocho, el Monito recibió un pase en la puerta del área de Tito, y con una pasividad digna de sangre fría propuso un pie a pie para dividir las aguas y desparramar a Cardona y rápido, lúcido meterle el puntazo al palo más lejano de Rossi al que agarró queriendo arrancar. GO LA ZO. Tremendo gol del pibe que se abrazó con todos, y le declaró su amor a la camiseta de Vélez con el beso en el escudo. Vélez conseguía el empate y tuvo unos minutos de ir por más.

Pero todo dramatismo en Vélez resulta poco. El corazón aguanta y mire si aguanta. Después de 40 fechas, Echenique rompió el chanchito y sacó el cambio en monedas que tanto le negaban a Vélez. Penal sí, Jérez Silva metía la mano a un centro de Delgadillo y el juez no dudó. En el vestuario, en la previa, De Felippe preguntó quién se hacía cargo a patear en caso de que haya un penal a favor. Solo dos levantaron la mano. Fueron los dos que se disputaron el tiro desde el punto del penal: Nasuti y Caire. Fue el Tano el que finalmente asumió el riesgo y el costo de ese tiro desde los doce pasos, porque Rossi se hizo largo y contuvo el remate. La maldición seguía firme en Liniers en ese arco esquivo. Nasuti pagó el precio de asumir con huevos la responsabilidad de patear un penal con la pelota encendida en fuego.

De todas formas, el equipo de Holan se volvió a suicidar en el fondo y casi entrando al primer minuto de descuento del cierre del juego, Nagüel bajó imprudente a Díaz y otra vez Echenique señaló el manchón blanco. Esta vez, Caire saltó como una tromba en busca del balón y con un tiro fortuito y fuerte (pasó entre las piernas) venció a Rossi y se desmayó en el campo para recibir el calor de todos, en el infierno encantador del grito de gol. Vélez volvía a abrazarse al triunfo con un sufrimiento y desahogo posterior insoportable.

Que sea el momento de resurgir. Que sea la bisagra, el quiebre para salir de una zona de mierda que te agota los sueños. Que sea el punto de partida para que la confianza eleve su cotización y que siempre, pero siempre en Vélez, de superávit de puntos. Hoy Vélez sufre para vivir... pero demostró que aún debiendo mejorar, está más vivo que nunca.