Tuvo todos los condimentos de una película. No solo por el amanecer de un sábado gris y lluvioso, que con el correr de los minutos y ante cada gol de Vélez, se despejaba a una tarde soleada y sin nubes; en clara señal del renacer de Vélez. Por cada minuto, segundo, que separaron de aquel encuentro ante Racing en Liniers, que provocó la renuncia de Bassedas. Desde el interinato de Fanesi y la goleada dolorosa ante River. El arribo de De Felippe y esas dos semanas con el parate por Clasificatoria al Mundial en el medio que brindaron tiempo de trabajo. Todo hasta hoy. Hasta esta tarde.

Hasta ese golazo de Iván Torres en el descuento de un primer tiempo que lo tuvo a Vélez como protagonista, sin tanto vértigo, pero con la idea clara de asociarse, de jugar como lo pedía su flamante entrenador. El Fútbol le daba una cachetada una vez más a un Vélez que de golpe ya hizo un culto. Pero había algo más por mostrar en este equipo.

Con las declaraciones de Omar De Felippe en la semana remarcando que este momento es para que salten al campo de juego los hombres de experiencia. Y fueron esos hombres que suman años y partidos en primera, los que sostuvieron una victoria tan ansiada como luchada. Fue la columna vertebral la que regaló un triunfo como hacía mucho no pasaba, un triunfo de esos que te dan vuelta una historia tan torcida que preocupaba. 

Tras un primer tiempo en donde el Fortín arrancó bien en el juego y la idea, pero con un Barcos al que le costó encontrar el pase justo para sus compañeros en un par de contras buenas que dispuso el equipo; ante un Colón al que le costaba tener control del balón y que lastimaba poco al arco de Assmann. Vélez recuperaba la pelota, pero con el correr de los minutos, también la perdía con la misma celeridad con la que la recuperaba.

Vélez volvió al triunfo. El Fortín quiere despegar de la zona caliente del torneo y dio el primer paso.

Por eso, ese golazo con un remate tremendo de Torres en el último suspiro del primer tiempo, fue el tanto que te manda a morder la lona o a levantarte y seguir peleando. Costaba imaginar un Vélez que reaccione en cancha tras ese tremendo mazazo y justo cuando intentaba hacer bien las cosas. No había caso.

Sin embargo, desde la paciencia y el libreto bien aprendido, Vélez torció el destino. Porque se asoció rápido y potenció los buenos minutos jugados de Caire y Zabala. Porque lo encontró a los siete minutos del complemento tras una gran pared a Caire desbordando y buscando la cabeza de Barcos que de palomita empató el encuentro, se sacó la mufa y puso a gritar a todo Vélez. Un Barcos que regaló un segundo tiempo fantástico de calidad.

Un Vélez que no se desesperó y siguió jugando. Desbordaba, desnivelaba pero le faltaba el tramo final, el último toque. Ese que llegó con el centro de Alvarenga, que no pudo conectar el debutante Durán y que Zabala, tomándose la pausa donde todos se apuran, acomodó el balón y le disparó al corazón de todo el Fortín. Gol, llanto y alegría, de un estadio conmovido por un triunfo merecido, buscado, soñado.

Tal vez, le faltó sostener el balón y el protagonismo al equipo en el final del juego, donde aguantó la necesidad del Sabalero de ir a empatar, pero el equipo de De Felippe se mostró firme para validar lo que buscaba. Assmann dijo presente en la pelota que tenía que marcar su presencia y el equipo respiró aliviado.

Vélez volvió al triunfo. El Fortín quiere despegar de la zona caliente del torneo y dio el primer paso. Rompió la botella y zarpó rumbo a lo que pretende.