Será cuestión de acomodar el sentimiento entre desahogo y desahogo. Por la necesidad siempre presente de ganar, porque la vorágine que reina y manda en el fútbol te obliga a vivir al palo cada estado de ánimo que deriva de un resultado de fútbol. En la euforia de esta noche de viernes, en ese preciso instante en el que el disparo salió teledirigido de la cabeza de Giannetti al fondo del arco defendido por Lanzillota, se puso pausa a la locura de mirar para abajo y hasta nuevo aviso uno hasta se anima a mirar para arriba.

Es cierto, Vélez debe y tiene que mejorar mucho para sumar mucho más en puntos de lo que va cosechando. Pero crealo, no sea necio, si le cuesta a Vélez todo el doble es porque también el fútbol no le da una mano. Porque pierde hombres vitales fecha tras fecha como si fuera agua entre los dedos. Y eso, para un equipo con plantel corto como el Fortín, es mucho.

Porque quedó demostrado, que independientemente de quienes jueguen o el sistema táctico, Leandro Somoza es vital en el campo de juego; no solo por el quite (en esa faz hoy tuvo un partido brillante), sino también por lo que aporta de personalidad para ir a protestar y marcar presencia, para proteger a los pibes que son agredidos por rivales de mayor edad que les quieren copar la parada justamente en el Amalfitani; para retorcerle las orejas a los mismos pibes dentro de terreno de juego. Es normal que falle pases. Todos lo hacen y mucho más el León, porque se hace cargo de pelotas que tampoco le corresponden, en el traslado, en el pase profundo. Asume riesgos y todo riesgo merodea el error. Seguramente, esta noche Somoza dormirá feliz por su actuación personal y por lo que demostró el equipo.

Porque si se habla de Somoza, hay que hablar de Giannetti. El Pupi se convenció en definitiva que tiene que ser titular y que puede ser primera opción de venta futura para un equipo que lo necesita. Porque mucho antes de su gol, demostró que fue el mejor de la cancha. Siempre tiempista y punzante. Agarrando la lanza varias veces para cortar líneas al mejor estilo Domínguez, fiel modelo de los últimos grandes años del club. En su primer grito de gol, Giannetti le dio a Vélez no solo tres puntos en el último suspiro; le dio justamente el aire necesario para poder respirar. Se perderá el encuentro ante River (por cinco amarillas), pero saldó su ausencia con ese testazo en el minuto 90 que le dio a Vélez el grito máximo de desahogo, en su carrera a boca llena junto al Tigre Romero.

En su primer grito de gol, Giannetti le dio a Vélez no solo tres puntos en el último suspiro; le dio justamente el aire necesario para poder respirar.

Porque el equipo entero sin haber tenido una actuación desde la producción futbolística óptima, mostró carácter y tuvo su premio por nunca bajar los brazos. Porque no contó con muchas situaciones (una muy clara de Alvarenga en el primer tiempo que falló el cabezazo) y recién a los 44 del segundo tiempo remató Doffo al arco en el desvió que derivó en el córner donde anotó Pupi. Pero fue desde la tenencia, librando batallas interminables en la zona media y ganando varias veces las divididas.

Es cierto que Argentinos, muy golpeado por no haber podido cantar victoria con un equipo muy juvenil, tampoco generó riesgo en el arco defendido por Aguerre; y tuvo que esperar al ingreso del Pocho Insúa (amado por el hincha velezano) que tuvo en su zurda el triunfo para el Bicho que se fue lamiendo el ángulo izquierdo de una atónito Aguerre.

Pero Giannetti llegó al final, donde la desesperación se invita sola; pero sin caer tentado en ella, Vélez se mostró muy paciente durante el juego y fue una de sus principales virtudes. Mientras muchos se detienen en criticar la falta de juego; Vélez encontró más cosas positivas de las que se pueden imaginar aquellos que dejan a un segundo plano el triunfo para analizarlo todo.

La noche invita al desahogo. El Pupi paga la ronda.

Salud, Vélez... a seguir peleando.