Fue un cimbronazo. Sin dudas que fue una sacudida tremenda y sin escalas a la estructura sólida del Gigante de Arroyito. El golpe que dio Vélez, a falta de minutos, de granos de arena en el reloj; resonó muy fuerte en las paredes de un estadio que se enmudeció sumido en la derrota. La victoria que fue para Vélez, mucho más que tres puntos desde donde se lo mire.

Porque fue mucho lo que tuvo que soportar el plantel en la previa el lastre de los dos encuentros sumados con derrota en fila en casa. Porque encima, a la hora de salir a una nueva batalla, la mala fortuna hace que vayas perdiendo soldados justamente cuando más te hacen falta y cuando no te queda otra que otra vez cargar de responsabilidad a muchos pibes que de todas formas, se la bancan y van al frente. Porque a Vélez se le cayeron cuatro hombres importantes de ataque como Pavone, Toledo, Correa y Maxi Romero; que si bien tanto Romero como Toledo son pibes; aportan mucho para el equipo y el equipo los necesita. Por eso, en la visita a Rosario, Bassedas le dio la responsabilidad una vez más a Santiago Stelcaldo, para que madure a los golpes y ante un rival tremendo. La victoria de Vélez tuvo sin dudas eso de ir a buscar lo que te pertenece con autoridad, como se debe en un encuentro tan extraño de principio a fin.

Porque en esos vaivenes que te marcan el juego y el fútbol actual en una vorágine tremenda, el encuentro que duró noventa minutos y monedas, tuvo de todo y pasó por todos los estadíos. Con un Central de libreto sumamente aprendido, que de la verticalidad hace un culto y donde dejó huecos en el fondo que Vélez fue aprovechando con el correr de los minutos. Sin embargo, el primer golpe lo dio el local. Centro buscando la cabeza del goleador tremendo Marco Ruben que ante una floja y dubitativa salida de Aguerre se convirtió en el primero del Canalla, que golpeaba primero, temprano y vaticinaba una tarea muy dificil para los de Bassedas. 

Pero Vélez no se quedó y en esos cambios de estados del encuentro, Pinola se pasó de rosca en el área con Cubero a la espera de un córner, y por una patada primero y un codazo criminal después vio la roja (todavía no me explico el por qué de la amarilla a Cubero). Allí cambió la historia. Vélez tenía la pelota y terreno al que lo hacía cada vez más ancho. Central buscaba acurrucarse cerca de Manuel García y aprovechar la contra. Fue entonces que a poco del final y en una de esas internadas sucias, Asad buscó el remate en la puerta del área, que fue desvíado encontrando en el camino a Santiago Stelcaldo que con un toque y ante la salida de García dejó en silencio por primera vez al Gigante poniendo a Vélez en igualdad de condiciones en el marcador, porque en la cantidad de jugadores ya lo iba a hacer más adelante Herrera.

En el complemento fue la misma historia que en el cierre del primero, con la salvedad que Coudet mandó en cancha a Lo Celso por Herrera, para darle tenencia y vértigo. Vélez asumía la pelota y su tenencia, y por ende también la obligación de ir a buscar. Lo tuvo Stelcaldo tras un centro de Cubero desde la derecha, pero el pibe calculó mal el cabezazo. Pero como todo es cuestión de ánimo y situación en el fútbol, se dio otro hecho que cambió la ecuación. Lo Celso desde el piso le pegó una patada a Somoza (devió ver la roja el hombre de Central) que cayó sobre la humanidad del hombre de Central de manera deliberada pero con las manos abiertas, a lo que Herrera interpretó como agresión y roja directa al Capitán fortinero. 

Allí creció Central y Vélez se paró par ala contra al golpe por golpe. Pero la mano la volvieron a sacar los del Chacho. Lo Celso, que a esa altura era imparable para el medio y fondo de Vélez se acomodó en la puerta del área y definió a un palo de Aguerre que tapado por Desábato no pudo seguir la trayectoria del balón. Central se volvía a poner arriba y esta vez era una caldera el estadio.

El encuentro en su fricción se ponía cada vez más áspero, pero Bassedas no renunciaba a llevarse algo de Arroyito. Sus cambios lo delatan: Delgadillo por Cáceres; Zabala por Stelcaldo y finalmente Servetto por Asad. Siempre pensando en el arco rival, siempre tratando de encontrar la idea de ir en busca de lo que tanto anhela Vélez; el gol.

Con un sufrimiento que no abandona al equipo en este torneo y con un corazón enorme, en tan solo cuatro minutos y a poco del final, Vélez empató y ganó el partido en los pies de la figura estelar, Diego La Bomba Zabala. Primero a los 42, para corregir un centro de Alvarenga con ayuda del arquero García. Empataba el encuentro. Luego a los 46, para armar un jugadón en la puerta del área, dejando en el camino a Donatti, caminando y tomándose el tiempo necesario en donde todos corren para acomodarse y arquear el cuerpo y así colocar el balón lejos del arquero canalla y de todo un estadio que se hundía en el peor de los silencios. el silencio de saberse muerto.

Desahogo total. Locura y a sostener una victoria tremenda para el Fortín. Tan importante como esa cabeza salvadora de Giannetti en el último suspiro para mandar el balón al córner y rubricar ahí sí los tres puntos, que son más que tres para Vélez.

El equipo de Bassedas se repuso de gran forma de las derrotas y lo hizo fuera de casa, donde marca de a tres (Argentinos, Belgrano y Central); donde se demostró a sí mismo que se puede. Una victoria histórica, heróica y con sangre que debe ser perpetuada como parámetro de lucha, juego y entrega.

A Vélez no le sobre nada pero se entrega a la lucha. No lo den por muerto a Vélez, ni aún los que lo conocen desde adentro. Con todo por corregir, a este Vélez le tocaron el orgullo. Mala noticia para el resto, Vélez está herido y quiere venganza.