Pasa por la cuestión de actitud. Siempre y en cada orden de la vida. Para salir adelante por más que el agua te llegue al cuello, por más que te viste caer mil veces. Ese es el punto de vista que se elige para este momento de Vélez. Si hay que sufrir que sea para confiar, si hay que equivocarse que sea para crecer. No queda otra. Nunca hay que dejar de confiar.

Mucho significaba en la previa llegar casi a la medianoche con los tres puntos en casa. Primero para cortar con una primera parte de año que fue intensamente irregular, al punto tal de rozar lo dramático. Porque los triunfos estimulan el gen de la confianza, el de la seguridad que se puede, esa sensación de creerte que se puede y que no sos menos que nadie. Esas sensaciones que solamente las conseguís cuando entrás al vestuario y ves a tus compañeros agotados por la entrega pero sin lugar a dudas, acompañados por el triunfo. No queda otra. El resultado marca el rumbo, por más que se sepa que el camino elegido para salir de esta sea el correcto. Los que mandan son los números.

Sobre todo para un Vélez que se reforzó selectamente bien con las llegadas de Bella (hombre de la casa) y Damián Pérez (un lateral zurdo y puro). Sobre todo para un Fortín que se debilita con la partida de Pavone y tal vez la de Pellerano. Sobre todo porque tiene una banda de suspendidos por los exabruptos de las expulsiones de ayer (Amor, Grillo, Cubero, Pérez Acuña, Pellerano...). Sobre todo porque tuvo que formar Russo de emergencia justamente una defensa nueva ante las mencionadas ausencias.

Pero arranca el partido y Vélez juega. Juega como no lo vi jugar en muchos pasajes del campeonato. Se asocia, toca, resuelve fácil y rápido, llega con gente, es profundo y hasta termina la jugada aunque no termine yendo dentro del marco que defiende Javi García. Vital para esto que se señala cuando, Agustín Doffo muestra su talento para pisarla, jugar, acelerar y recibir las faltas; cuando se asocia con Yamil Asad y cambian para la izquierda y se anima Bella y también se desprende Pérez. Cuando por derecha también escala Tripichio. Cuando en el fondo cortan simple y Romero es una generador de fútbol y recuperación, junto con Somoza que controla el radar cercano. Un Vélez que le faltó el gol en los primeros cuarenta y cinco minutos de juego en Liniers, que por esas cosas del destino y casi sin proponerlo, se lo empieza a ganar Tigre con ese control de Wilches con el pecho y defectuosa definición ante la salida de Aguerre en la puerta del área chica cuando se moría el primer acto.

Más a favor de los argumentos de la confianza fue el segundo tiempo. Un Vélez que comenzó a ver correr los minutos y sin poder generar desde el juego lo que había logrado en el primer tiempo y ver cómo se alejaba la chance de abrir el marcador. Aún cuando un muy imprudente Pantaleone los talaba abajo a Asad y se iba expulsado sin objeción por Abal. Entre lo parado del juego por la roja, el ingreso de Delgadillo y la lesión de Arzura; los de Russo no podían sacarle ventaja al hombre de más y se sumía en un nerviosismo por esa falta de confianza que te ahoga. Así fue que en su afán de ir a buscar el triunfo se descuidó atrás y lo pagó caro. Mal retroceso y cierre de la última línea para que Sánchez lo habilite al moreno Rincón que de volea puso a Tigre arriba en el marcador con un grito sordo de gol ante la mirada impávida del hincha velezano. Tanto desconcierto que cuando se arremetía para igualar el encuentro, a tan solo cuatro del final, un resbalón de Cardozo sobre el borde derecho del área grande le permitió a González meterse de lleno a encarar a Aguerre y a definir con efecto al segundo palo. Mazazo. Vélez recibía el golpe de nocaut y se ponía de rodillas. Con un hombre de más, se veía abajo nuevamente y por una diferencia justa. Pero tan solo unos segundos llegó el momento en el que el juego cambia 180 grados. En el barullo del área rival, Alvarenga luchó una dividida y casi sin quererlo le acomodó la pelota a Caraglio que habilitado y goleador definió de volea mientras García se fracturaba el tobillo (literal) defendiendo su arco. 42 minutos iban y el juego se detenía con el descuento de Vélez. 

El arquero de Tigre se retorcía del dolor y la no disponibilidad de cambios lo llevó a Leandro González Pires a ponerse el buzo y los guantes para que su equipo aguante con nueve jugadores la victoria. Fueron 8 los que se adicionaron (Abal jugó siete) y Vélez fue en busca de empate. Equivocando el camino por la desesperación pero lo encontró ante un error tremendo de Erik Godoy que defendió con la mano en alto dentro de área.

Penal. Respiro. No tanto. Caraglio le metió tanto suspenso que su disparo le dio un beso al horizontal y se metió en el arco de un González Pires que como jugador pensó la lógica y fue para otro palo cruzado. Vélez pegaba el grito y mostró el carácter para ir a buscarlo encontrando premio. Porque no abandonó.

Algunos se debaten y se rasgan las vestiduras por festejar o no el punto. Los mismos que le exigen ganarle a Tigre cuando ellos mismos dicen que es un desastre este presente, que no se le puede ganar a nadie. Aquellos que acomodan su discurso al resultado. Tal vez como este comentario, pensando en que lo que se festeja no es el punto, sino el revertir una situación díficil para Vélez, un partido que a los 41 minutos del segundo tiempo lo perdía 2 a 0 y que lo terminó empatando. Un resultado que desde la confianza suma y suma mucho, porque hubiese sido injusto y dura una derrota. Porque bienvenido el sufrimiento si se suma en confianza.