Cuánto han surtido efecto las palabras de Pratto en la fría noche platense. Entre las ramas del bosque oscuro viajaron las misivas del corpulento delantero por la autopista Buenos Aires - La Plata para hacerse carne en el Amalfitani. Porque esta tarde de sábado, Vélez recobró mucho de lo que pedía el 12 (lleva ese número porque pareciera que el equipo juega con uno más en la cancha) hace una fecha atrás.

Pero no fue solo aquel pedido del Fenómeno lo que caló hondo en el ánimo de este equipo. Todo lo que se habló desde la última victoria ante Lanús por la cuarta fecha hasta seis jornadas del Transición después y sin triunfos, sirvió también para despertar, para despabilar.

Porque si hubo algo que se destacó en la tarde soleada del Amalfitani, fue que el equipo fue creciendo con el correr de los minutos de menor a mayor. Tal vez sin el protagonismo que se mide con la tenencia del balón, pero si con la impronta de quien quiere hacerse fuerte, quien cuida su casa con uñas y dientes, quien no se va a entregar sin antes lucharla. Esa fue una de las grandes cosas que recuperó este Vélez. Por eso, a los 20 del primer tiempo y en tan solo dos minutos de diferencia, pasó de estar igualando sin goles ante Olimpo y casi sin llevarle serio peligro a Champagne; a ganar el encuentro por 2 a 0 en una ráfaga de goles y pisarle la cabeza al rival.

Porque no fue casualidad la forma en la que fue Domínguez a buscar un centro teledirigido de Emiliano Papa (de gran partido) para sacarse una bronca gigante que escondió en la mesura de un festejo para nada efusivo, pero que llevaba atragantada tanta injusta crítica y ese dolor en su espalda que lo tuvo a maltraer en la semana. Porque no responde al azar que los dos pibes modelo '94 como Pérez Acuña y Ferreira apreten al rival en un lateral defensivo, le roben la pelota y uno de los dos marque el segundo gol de Vélez. Sí, el Pollo (así le dice Papa) Ferreira se sacó también la mufa de cada vez que intentó gritar por primera vez en la elite y se sacó de encima una mochila tan pesada sobre su caprichosa habilidad. 

Porque si bien, un desacople en uno de los tantos pelotazos con los que buscó el conjunto bahiense, más el pique fallido del balón que fue aprovechado por Adrián Martínez para descontar poniéndole misterio al final del primer tiempo; el equipo del Turu jamás se rindió.

Por eso en el complemento, siguió luchando por mantener la victoria y fue con una gran conexión entre Caraglio y Pratto que la empezó a conseguir. Porque el Fenómeno controló con el pecho un tremendo pase de Milton para sacarse de encima a Furios y acribillarlo a Nereo. Lucas con la cabeza vendada pero con el corazón libre salió corriendo a abrazarse con todo el Amalfitani. Por eso, el equipo siguió luchando por además de golear encontrar el juego que lo caracteriza y lo levantó como candidato en las primeras fechas y fue en el gol de Cáseres (definió con una volea al ángulo ortodoxa pero lujosamente perfecta) como con un par de toques se puede romper líneas y poner jugadores a cara de gol.

Porque el destino comenzó a torcerse cuando en la semana los lesionados dijeron presente y salieron a poner la cara con el resto de sus compañeros. Porque encima la rompieron desde la entrega y acto seguido, cuando se pudo jugar. Porque nada de ese clima hostil que quisieron vender los agoreros de siempre disfrazados que buscan sacar provecho se vio. El hincha alentó, cantó, como siempre.

Porque Vélez se despertó una tarde de una siesta que pareció ser eterna. Hay camino por recorrer. Juntos, como en estos noventa y pico de minutos. Porque no hay forma mejor para encontrar la victoria. 

@martineta16