Junta Histórica

¡Feliz Cumpleaños, Carlos!

Hoy cumple 70 años el máximo goleador de la historia velezana y el Director Técnico más exitoso. El hombre que, pese a los distintos caminos que recorrió a lo largo de su carrera, nunca se fue del barrio. El Virrey de Liniers, el insuperable Carlos Bianchi. Un prócer.

Por Junta Histórica

Esta historia arrancó a principios de la década del 60 con la llegada de un niño para jugar en los equipos infantiles de un Vélez que, a 50 años de su fundación, contaba en su haber con un solo título oficial, en 1943, en Segunda División, y que había festejado con locura su mejor actuación en primera, aquel subcampeonato de 1953 en el que finalizó a cuatro puntos de River Plate.

Hasta el momento en que Carlos Bianchi debutó en el primer equipo velezano, el 23 de julio de 1967 ante Boca, solo en contadas ocasiones algún jugador fortinero había ocupado el peldaño más alto en la tabla de goleadores: Salvador Carreras fue el primero, en 1920, con 19 goles. Ya en la era profesional, lo seguirían Agustín Cosso en 1935 con 33 tantos, Norberto Conde con 19 en 1954 y Juan Carlos Carone, en 1965, también con 19. Quienes habían visto jugar en divisiones inferiores a este nuevo delantero que surgía, ya anunciaban que estaba llamado a ser un goleador de excepción que superaría a todos sus antecesores.

No estaban equivocados: al año siguiente, el 7 de julio, tuvo su bautismo en la red en un 4 a  2 ante Argentinos Juniors, una semana después le cortó a Amadeo Carrizo el invicto de 769 minutos que mantenía en la valla de River, y el 29 de diciembre dio la vuelta olímpica como parte del plantel que, comandado por Manuel Giúdice, le dio a Vélez su primer campeonato en la principal categoría, el Nacional 1968, en el que aportó 11 presencias y 7 anotaciones.

En el Nacional de 1969, el nacido un 26 de abril de 1949, igualó el récord que Omar Wehbe había alcanzado un año antes: el 7 de diciembre gritó por quintuplicado en un 5 a 0 ante San Lorenzo de Mar del Plata.

Se consagró como máximo anotador de un torneo, por primera vez, en el Nacional 1970 con 18 conversiones, pero tal vez su más alto nivel se pudo disfrutar en el certamen posterior, el Metropolitano 1971, en el que, con 36 tantos, nuevamente terminó como Pichichi del campeonato -conformó un terceto inolvidable junto a Miguel Ángel Benito y Héctor Mario Bentrón-, aunque con el sabor amargo de un título que se escapó incomprensiblemente de las manos.

Semejante jugador no podía pasar inadvertido a los ojos foráneos: hacia fines de ese año el Cruz Azul de México adquirió su pase pero la transferencia se frustró debido a una resolución de AFA que prohibió a los jugadores menores de 23 años marcharse a jugar al exterior.

Su participación en la Selección Nacional fue tan destacada como injustamente escasa: apenas 14 presentaciones desde su debut, el 22 de octubre de 1970, en un empate 1 a 1 con Paraguay, en Asunción, hasta su despedida en una derrota por 3 a 1 frente a Portugal, en Río de Janeiro, el 29 de junio de 1972. Su aporte goleador, por supuesto, no podía faltar, ya que anotó 7 impactos con los colores albicelestes.

Ya en marcha el Metropolitano de 1973, por fin se concretó su traspaso al exterior. El destino fue Francia, país que adoptaría como su segunda patria. En territorio galo cumplió destacadísimas actuaciones en el Stade Reims, en el Paris Saint Germain y en el Racing de Estrasburgo, y fue el top scorer de la liga francesa en 5 oportunidades, pese a que allí sufrió la lesión más grave de su carrera: el 7 de octubre de 1974, en un amistoso frente al Barcelona de España, una criminal entrada de Gallego, defensor central rival, le provocó una triple fractura de tibia y peroné.

En septiembre de 1980 se concretó su regreso a Liniers, con el poder de fuego intacto, al punto de que un año después, en el Nacional 1981, volvió a adueñarse de la tabla de anotadores -por tercera vez-, con 15 tantos en 17 compromisos, en un conjunto que llegó hasta la instancia semifinal y en el que brilló Carlos Ángel López, quien, según el propio Bianchi, fue el mejor asistidor en su recorrido como futbolista.

Nunca decayó en su nivel y mantuvo su romance con la red hasta que decidió despedirse como jugador fortinero contra el mismo rival contra el que había debutado en Primera División: Boca Juniors. Fue derrota en el José Amalfitani por 2 a 1, el 1º de julio de 1984. Carlitos pidió disculpas después del partido por haber dejado a su equipo con 10 hombres durante los 90 minutos: las lágrimas que le brotaban permanentemente le habían impedido jugar como él sabía. Los dos goles de Boca de aquella tarde, vaya paradoja, los convirtió ni más ni menos que Ricardo Alberto Gareca.

Retornó a Francia, a su viejo Stade Reims, para jugar unos meses en la Segunda División y poder redondear, con los 8 que señaló en esa etapa final, la impactante suma de 410 goles en toda su trayectoria. En Vélez, único club argentino en el que militó,  registró 206 en 324 partidos, en Francia 197 (115 en el Stade Reims, 71 en el PSG y 11 en Racing de Estrasburgo) y los 7 restantes con la Selección Argentina.

Ídolo indiscutido de la afición velezana, ya como director técnico y luego de haber hecho sus primeras armas en Stade Reims y Olympique de Niza, volvió a Liniers en enero de 1993, en un contexto de cierto escepticismo, para asumir al frente de un equipo que desde aquel lejano 1968 no había vuelto a celebrar un campeonato. Cinco meses después, Vélez y Bianchi compartieron el festejo de una nueva corona, el Torneo Clausura.

El Fortín inició, a partir de ese campeonato, una nueva era en la que a su grandeza institucional le sumó los éxitos deportivos que lo ubicaron en los escalones más altos del fútbol nacional e internacional. Con él como entrenador, se capturaron la Copa Libertadores 1994, la Copa Intercontinental 1994, el Apertura 1995, la Copa Interamericana 1996 y el Clausura 1996, este último con Osvaldo Piazza como su sucesor en las últimas cuatro fechas.

Primer campeón como jugador y como director técnico en la historia del Club- José Oscar Flores empardó ese privilegio al alzarse con la Supercopa Argentina en el 2014- el Virrey cerró una historia brillante e inigualada al frente del plantel profesional con un triunfo sobre Colón por 2 a 0 en Liniers, la tarde noche del 29 de junio de 1996, una despedida que aún hoy emociona con solo recordarla. Su llanto se unió al de miles de fortineros que le agradecieron, conmovidos, tantas alegrías compartidas, tantos momentos inolvidables.

Luego llegarían, en su trayectoria como entrenador, algunos pasos fallidos, como los de la Roma y el Atlético de Madrid, y numerosos logros en Boca Juniors, los que sumados a los conseguidos con Vélez lo llevaron a convertirse en el director técnico más ganador del fútbol argentino.

Ahora, con 70 años, ya decidido a dormir la siesta -como él define a su retiro como entrenador-, descansa de tanto frenesí y disfruta de su familia. Suele visitar a menudo el José Amalfitani para darse el gusto de alentar a su querido Fortín y recibir el inmenso cariño que le regala cada hincha velezano.

Cuando pasen los años, y las nuevas generaciones pregunten quién fue Carlos Bianchi, se les podrá contar esta historia o, simplemente, llevarlas a contemplar esa maravillosa estatua que engalana el Hall Central de la Sede, y que lo recordará por siempre como lo que es, fue y será: un jugador extraordinario, un enorme director técnico, un profesional de conducta intachable, un símbolo de Vélez Sarsfield.