Salió caro. Demasiado. Tal vez el triunfo para Vélez ante La Emilia por Copa Argentina podría haber entrado en la lista de "precios cuidados", pero no. Fue costoso. No por el juego, ni lo que pudo haber generado el rival; se pagó la victoria a un precio de dólar blue por la sensible baja de Jorge Correa, por los otros dos cambios por lesiones/molestias que sufrieron Ramiro Cáseres (había ingresado para reemplazar a Coco) y Facundo Cardozo. Porque no hay triunfo que pueda valer estas ausencias (de confirmarse lesiones) en un plantel como el de Vélez acotado en experiencia y en pleno crecimiento.

Es que era tal la presión que acumulaba el equipo de Miguel Ángel Russo y tan poco que perder para el humilde y batallador conjunto de San Nicolás, que el encuentro era el partido del morbo; más allá de haberlo convertido en casi fantasma ya que nadie se dignó a televisarlo (gracias a Dios que lo vimos por internet). Todos los condimentos todos estaban a la orden de día, a la espera de las aves de rapiña.

Y así parecía que se torcía la tarde, porque en casi tan solo 11 minutos de juego y por una presunta falta previa en jugadas anteriores, Coco Correa se dejó caer en el terreno de juego e inmóvil tomándose su rodilla izquierda. Ese relámpago visual de verlo desplomarse imaginó lo peor. Por más que su amor propio lo hicieron volver al terreno de juego e intentar hacerse de la pelota, sus manos girando circularmente sobre su cabeza significaron una salida temprana envuelta en lágrimas mientras saludaba a su gente que lo despedía con una ovación. En esa salida de Correa lesionado en su otra rodilla (Coco venía de recuperarse de una rotura de ligamento en la rodilla derecha) el Fortín sumaba problemas a su presente desteñido en el torneo y de dudas. Pero contrariamente a lo que todo el mundo podía llegarse a imaginar, ocho minutos más tarde se encontró arriba en el marcador por una pelota a balón quieto.

El remate de Yamil Asad buscando a ras de hierba el salto de la barrera se desvió en un pie y le quedó servida a Facundo Cardozo que en el área se acomodó y definió lejos del alcance fisico del portero de La Emilia que visualmente registró como el balón se metió lejos junto al palo. Un grito de gol que resonó fuerte en la tarde del Sur del Gran Buenos Aires, con un Vélez que se ponía en ventaja y se sacaba la mufa de los últimos encuentros sin poder marcar ventaja.

El rival, de una dignísima propuesta, intentó desde la entrega, desde no dar ninguna por perdida y al buen pie de su volante capitán Matías Alfeirán y Maxi Pérez, más la lucha desgastante de los puntas Leandro Cabral y Leandro Fernández; comenzó a tratar de llevar peligro al arco de Alan Aguerre. En esa lucha de la pierna fuerte, fue donde los Pañeros se hacían fuerte en el terreno de juego, pero en el segundo tiempo lo iban a pagar caro con la merma física lógica.

Para el complemento las malas noticias seguían girando en torno a Vélez. Porque lo que acusaba Cáseres al final del primer tiempo se confirmó en el segundo. Se fue reemplazado por Leo Rolón por una dolencia y Russo tenía que utilizar su segunda variante otra vez por necesidad y no por decisión. Más aún cuando minutos más tarde, también se iba Cardozo lesionado en su rodilla (no sería nada grave confirmaron desde el cuerpo médico) dejando su lugar a Grillo. Los tres cambios por lesión y con un juego que todavía estaba en veremos, con un Vélez que en cancha tenía ya cuatro amonestados ante el fastidioso Espinoza. Encima, en una imprudencia de Pérez Acuña tomando de la camiseta a Cabral (dentro del área) que el juez marcó afuera y pegada a la línea, pudo haber sido un momento de inflexión duro para el juego. 

La Emilia manejó el fútbol en los primeros minutos del segundo tiempo ante un Vélez que se apuraba impaciente en tratar de llevar peligro al arco de Beovides, pero lo hacía equivocarse. Pero tanta presión del conjunto nicoleño pasó factura y en medio del quedo físico, a los 26 minutos Pavone luchó en el área una pelota que le robó bien Rodríguez, pero que en exceso de confianza el defensor trasladó más de la cuenta y desde el piso en le borde del área chica, el Tanque habilitó trabando desde el piso a Villalba que con el arco de frente definió suave a un palo.

En los pies del Keko, Vélez encontraba la calma, la ventaja que dio tranquilidad y un poco esa lucha de torcerle el destino a un encuentro rebelde, molesto, complejo.

Lo volvió a tener una vez más Villalba en una gran apilada y fue entonces que Vélez leyó que de contra podía liquidar la historia. En otra corrida del 16 que se juntó con Pavone y sobre el final del juego, el Tanque desde la puerta del área y de media vuelta definió casi de emboquillada para decorar una goleda que Vélez consumó con su jerarquía, con el propio peso de su historia pero aún sin encontrar el juego que pretende.

Así y todo el espíritu amateur de La Emilia no dejó de conmover. Vivieron el encuentro como una verdadera final y lo hicieron sentir de afuera hacia adentro y viceversa. Tanto como en cada foto que se sacaron los jugadores con los del Fortín y hasta con Russo una vez finalizado el encuentro, tanto como esa gente que despidió a su equipo como si le hubiese acabado de regalar una histórica victoria. Es que para San Nicolás, la tarde de Banfield fue histórica.

Como lo tiene que haber sido para Vélez. Un Vélez que se repuso de todas y las peores adversidades, que lucha con todo para tratar de crecer, de aprender del error, de dejar atrás las dudas, de hacerse fuerte partido a partido. Que sea el comienzo de la levantada, del creer en todas y cada una de las condiciones.

Correa, no tiene por qué caerse. Llore, patalee, maldiga... pero rápido a buscar de vuelta la recuperación. Una vez más, sabiendo todo lo difícil que es, pero también sabiendo que usted no renuncia. Usted no es de abandonar. Fuerza Coco.