Fútbol

Un DT ideal Vélez

Christian Bassedas cumplió una vez finalizado el encuentro ante Patronato en igualdad sin goles disputado en el José Amalfitani, su primer campeonato en el banco de Vélez, su primer torneo como entrenador. El del bautismo, nada más ni nada menos que en Vélez; su casa, su hogar.

Bassedas se encargó siempre de hacerse firme en su deseo constante de regresar justamente a ese lugar donde fue feliz.
Por Carlos Martino

En alguna inspiración de entre copas, en la canción "Peces de Ciudad", entre versos y estrofas, Joaquín Sabina juró una certeza entre líneas: "al lugar donde has sido feliz... no debieras tratar de volver". En franca contradicción con el cantautor, poeta y pintor español; Christian Bassedas se encargó siempre de hacerse firme en su deseo constante de regresar justamente a ese lugar donde fue feliz. 

Ese lugar es Liniers. Ese Lugar es Vélez. Donde alcanzó la gloria deportiva como un factor determinante del juego dentro del rectángulo verde, mareado de vueltas olímpicas en esa borrachera crónica que afectaba a todo el Fortín en los años noventa. Ese mareo que lo llevó a darse un chapuzón en las alturas de una noche japonesa. Donde reeditó el éxito desde otro rol tan fundamental y determinante (en la toma de decisiones) como el de Manager; siendo uno de los primeros en hacer creer en esa figura dentro de la estructura del Fútbol Argentino. En su regreso, allá por fines del 2008, pronunció esas palabras de volver; que más que una simple vuelta (después fueron varias) fue una confirmación de su estilo.

A fines de 2014, le puso pausa a su vínculo directo con el club. Cesó su función de asesor de fútbol y empezó a darle lugar a esa picadura de bicho que lo llevaría a vestirse de entrenador y cumplir un deseo. Un año más tarde casi, de aquel "adiós" volvió una vez más al lugar donde siempre fue feliz.

Christian Bassedas cumplió una vez finalizado el encuentro ante Patronato en igualdad sin goles disputado en el José Amalfitani, su primer campeonato en el banco de Vélez, su primer torneo como entrenador. El del bautismo, nada más ni nada menos que en Vélez; su casa, su hogar. 

Los números hablan de una campaña regular. Haber cosechado el 50% de los puntos en disputa hablan de esos altibajos que encontraron la calma en los tramos finales de la competencia. Con un plantel que venía muy golpeado de lo que fue un 2015 alarmante por la sangría de prestigio en la partida de contratos altos, apostando firmemente a acomodar los números, sanear las finanzas, como apostar alto y crudo a lo que se promovía desde las inferiores. Con refuerzos necesarios para apuntalar el crecimiento de esos pibes que lo hacían a los golpes. Refuerzos que como en el caso de Cristian Nasuti y Mariano Pavone, llegaron se pusieron la camiseta y jugaron, y rindieron. Como el de Fabián Assmann, que asumió responsabilidades pero que una lesión en el hombro lo marginó de un tramo importante justo cuando el entrenador le daba la titularidad. Como los de Diego Zabala y Blas Cáceres, que si bien fueron caminos distintos, se notó que a ambos les era sumamente necesario el teimpo de adaptarse al fútbol, el floklore, el físico y las costumbres de nuestra tierra.

Con las bajas que fueron una constante y que no le permitieron poder mantener un equipo y con ella llevar a cabo su idea. Fue sistemático como se cayeron soldados claves, en momentos determinantes. Tras la victoria ante Belgrano como visita en Córdoba a mediados de Marzo, era el momento del despegue, sin embargo en esos siete días perdió a tres piezas hasta el momento en un gran nivel y vitales como Fabricio Alvarenga (expulsado), Mariano Pavone (Lesionado en ese encuentro) y Hernán Toledo en la semana. Del Tanque es sabido que estuvo 49 días esperando su regreso y demostró en dos juegos y con goles lo mucho que se lo extrañó. Cualquier equipo extraña a su nueve y más si es goleador. Pero también les costó a Toledo y Alvarenga recuperar ese nivel, más allá que se valorizaron. Bajas como las de Correa, una de las cartas y apuestas fuertes. La del Tigre Romero también en un par de encuentros. Ni que hablar la del mismo Zabala luego de la jornada épica en Rosario ante Central que tenía que ser el afiance para el uruguayo. Demasiado para un equipo al que no le sobra nada.

Sin embargo, Bassedas se las ingenió para salir siempre adelante. Con su perfíl calmo pero enérgico, con esa impronta de la escuela "Garequista", con la ubicación y sentido común de pocos. Fue determinante en variantes durante el juego para abrir los partidos y hasta para ganarlos, como el triunfo ante Olimpo mandando a cancha a Maxi Romero (que también creció mucho) para anotar el segundo; como ante Gimnasia con el ingreso y gol sobre el final de Santi Stelcaldo; o el mencionado encuentro ante el Canalla con el doblete de La Bomba Zabala que dio vuelta la historia. Como también la de meter mano en el equipo y reemplazar bajos rendimientos sin titubear. Con aciertos y errores.

Bassedas es la clase de entrenador que sumando la experiencia lógica que da el tiempo y los partidos, es el indicado para estar un largo rato sentado en el banco velezano.

Desde el juego, siempre Bassedas buscó primero desde lo que predicaba y también con los hechos de tener un Vélez protagónico. Por momentos jugando de contra, otros con escaso fútbol, a veces con mucha verticalidad; pero siempre con una identidad distinta. Bassedas consiguió sacarle esa carga pesada a muchos pibes que recién se estrenan y que debieron lidiar con el nerviosismo del hincha que veía como el dulce de otras épocas comenzaba a tener un sabor agrio. Pero la historia cambió. Mucho tiene que ver con el crecimiento de muchos jugadores que deben sortear momentos de mucho aprendizaje crudo y desgarrador. Mucho tendrá que ver el día de mañana (refuerzos mediantes) afianzar aún más esa identidad de juego. Bassedas lo sabe y así lo expresó en conferencia antes del cierre del torneo. "Muchas veces el armado, las estrategias, dependen del rival. Ya llegará el momento del once ideal y no pensar en el rival pero eso, para mí, depende de mucho más tiempo", señaló en aquella oportunidad. Fue claro. Es claro.

"Le doy mucha importancia a lo que significa nuestro escudo, es más importante que los nombres propios si hablamos de equipo, entonces, en ese sentido, todos debemos apuntar al mismo nombre que es Vélez Sarsfield"; fueron sus palabras en la primera conferencia de prensa desde la Villa Olímpica tras un entrenamiento. Esa idea base es la que comandó esta primera etapa. La que lo hace ser un entrenador a medida del club. Como ser humano y como profesional.

Bassedas es la clase de entrenador que sumando la experiencia lógica que da el tiempo y los partidos, es el indicado para estar un largo rato sentado en el banco velezano. Necesitará continuar sembrando la confianza no sólo en el equipo, sino también en el hincha. La confianza de los resultados que son primordiales y que poco entienden de plazos y de tiempos. La confianza que se ganó en estas 16 fechas, con un equipo que se fue levantando de los golpes y que hizo un buen colchón de puntos para seguir creciendo. La personalidad ganadora que lo exige día a día y desde su personalidad tratando de transmitirle a todos y a cada uno de sus jugadores como los hinchas.

Seguramente el tiempo le dará la razón a su trabajo, le estrechará la mano y le premiará también su carrera como rol de entrenador de Vélez. De todas formas, siempre quedará rondando eso de haber vuelto con más que perder que de ganar al lugar donde fue feliz. A poner la cara en un momento duro y que no es para cualquiera. 

Por ese requisito de cosas, es el DT ideal Vélez.