UN JUGADOR DE PLATINO
por Osvaldo Gorga

Andará por cualquier lado,
pero siempre va a volver
a este barrio de Liniers,
donde guarda su pasado.
Al éxito condenado,
expresivo y arrogante,
la genialidad constante,
y un fútbol de jerarquía
forjaron la fantasía
de este hombre fascinante.

Tapalqué será de tierra
aunque la cubra el cemento,
siempre vuelve polvoriento,
el recuerdo que lo aferra.
Aunque no buscó la guerra,
si es que se dio la ocasión,
no pidió nunca perdón,
ni sintió culpa o pecado,
lleva en su sangre el legado
de una honrosa tradición.

Es manso hasta la ternura
y honrado a carta cabal,
amigo austero y leal,
solidario en la amargura.
Fue expresión de galanura
en un equipo estafado,
un Vélez que fue envidiado,
por su hombría sin doblez,
y que en el cincuenta y tres,
fue en Núñez crucificado.

Jugador irrepetible,
inteligente y virtuoso,
ubicuo y habilidoso,
guapo hasta lo indecible.
No parecía posible
verlo enfrentar al desleal,
con una estirpe cabal,
a cuyo origen responde,
quien lo ha visto al Beto Conde,
nunca verá nada igual.