Cultura

Yo, el “Fan” de Velez

Difindimos un nuevo cuento que ha participado del Concurso Literario organizado por el Departamento de Cultura y volvemos a saludar a los autores que premiados o no, han jerarquizado esta actividad. Hoy compartimos Yo, el ?Fan? de Velez, de Liliana Noemí Bardessono.

Yo, el “Fan” de Vélez

Hoy es uno de esos días en los que quisiera dar una vuelta por mi infancia donde los sueños se convertían en realidad.

Esos tiempos en los que no necesitabas estudiar veinte años para ser médico. Bastaba con ponerme un delantal o una camisa blanca de papá y listo para curar a mis hermanos más chicos y a mis primos. Para ser piloto de avión, sentaba a todos en fila y una de mis hermanas repartía bebida y galletitas, mientras yo, desde un sillón al frente de todos, movía un viejo volante, daba órdenes y hacía toda clase de ruidos con mi boca. Cuando era agente secreto perseguíamos enemigos imaginarios, fumábamos cigarrillos de chocolate o manteníamos viejas pipas vacías en la boca por mucho tiempo. Otras veces jugábamos a la mancha, a la payana, a las figuritas, a las bolitas, al balero y al yo-yo, mostrando nuestras destrezas. También éramos policías o ladrones según el turno. Y si estábamos en el campo nos trepábamos a los árboles o cabalgábamos un rato.  En la pelopincho buceábamos tratando de salvar a un ahogado o buscando algún tesoro. Teníamos las ideas más descabelladas, nuestra imaginación no tenía límites ni horizontes. El mundo estaba a nuestros pies.

Y hablando de pies, lo único irreemplazable, y mi gran amor desde que recuerdo, fue el fútbol. Cuando era chico me pusieron cariñosamente de apodo “Fan”, por lo fanático. Jamás falté a un partido, ni cuando nació mi hija: besé a las dos y me fui un par de horas. Me dio suerte, ganamos dos a uno. Felicité a los muchachos en el vestuario y regresé al hospital, ancho de vanidad y más alto por el orgullo.

Cuando mi equipo salía a defender la camiseta blanca con su V en azul, sentíamos en carne propia esa alegría indescriptible, o el dolor de la derrota. Y ni hablar cuando se lesionaba algún jugador, ellos nos transmitían su sufrimiento a esa parte del cuerpo lastimada, que desesperados frotábamos con nuestras manos, rezando y  puteando para que el dolor disminuyera. Sí, llevo el escudo del Club Vélez Sarsfield en la sangre y en el alma, con orgullo. Y esto se lo transmití, también, a mis hijos, indiscutidos fanáticos.

Cuando mi trabajo y el bolsillo me lo permitían, los acompañaba dentro y fuera del país. ¡Una hinchada de primera!

Mi colección de remeras firmadas por todos los jugadores, regalo de cumpleaños y herencia de mis antepasados, eran mi preciada posesión. Las doné al club el día que nació el primero de mis tres varones.  Tuvieron que hacer una vitrina especial.  

Después de la enfermedad que tuve me llevan a los partidos en mi silla de ruedas, cuando la salud me lo permite. Tengo un lugar preferencial. Dicen que me lo gané.

Y te soy sincero, cuando la rutina agobia y la angustia se clava en el pecho; cuando los sueños se esfuman como nubes, y el único pensamiento utópico que queda es ser un poco feliz, ¡lo daría todo por poder festejar y saltar y gritar y abrazarnos en cada gol!

Liliana Noemí Bardessono seudónimo Maty