Cultura

VELEZ MI AMIGO OSCAR Y YO

Con motivo del Concurso Literario ?Historias de mi Club? hemos recibido en el Departamento de Cultura una serie de obras que queremos compartir con todos ustedes. Hoy Jueves 5 de Mayo , publicamos el cuento premiado con el 3° puesto, VELEZ MI AMIGO OSCAR Y YO, Autora SANTOS R. PALAZZO.

3°Premio “VELEZ MI AMIGO OSCAR Y YO”

SANTOS R. PALAZZO. Seudónimo: JOSÉ MARÍA REY

VELEZ MI AMIGO OSCAR Y YO

Domingo 5 de septiembre de 1948, las campanas  de la Iglesia de Santa Rosa de Lima, del porteño barrio de Balvanera, daban las doce del mediodía, cuando enfrente, ahí cerquita, nacía un velezano más. No pude esperar hasta el día catorce, fecha en la cual tenía quenacer, tal vez con ganas de arruinarle el domingo futbolero a mi padre y adelantarle los dolores del parto a mi madre, dije “yo salgo”, y salí nomás al mundo nuevo. Pero eso si, ni pude arruinarle la tarde de fútbol al viejo y los dolores de parto a mi madre, fueron solamente caricias, porque para José y Esther, la alegría de su primer y único hijo, superaron todo lo imaginado. Pero claro, fueron solo 4 días de Balvanera y al fin y hasta el día de la fecha, siempre, en el para mi, mas hermoso barrio de Buenos Aires, Villa Luro.

El tano José, mi padre no era hincha de Vélez, pero sentía un afecto especial por el Fortin, por vivir a una cuadra de la sagrada manzana que formaban Pizarro, Basualdo, Schmidel y Guardia Nacional. Yo diría que era un afecto que encerraba un dulce amor disimulado por la V azulada.

Y claro, llegó la hora de ir a la cancha y mis primos mayores, se disputaban quién me llevaba a ver a Vélez jugar de local, pero elo viejo dijo: “No, yo dejo de ir de visitante a ver al cuervo, pero mi hijo, va a a ver a Vélez conmigo” y ahí nos íbamos todos en patota, mis primos, papá, el infaltable Oscarcito mi amigo y yo, caminando por Corvalán derecho hasta Rivadavia, por las mas larga del mundo hasta Barragán y de ahí a vivir esas tres cuadras hermosas que nos acercaban al estadio con el corazón latiendo cada vez mas fuerte por la ansiedad, entre gritos de “Al Aluni con la clave, al Aluni”, si Aluni, Bien arrabalero, sonaba mejor, “ Chuengaaa, chuengaaa” y al entrar te recordaban siempre que si tupiloto no era Aguamar no era impermeable, o la tan famosa casa donde un peso valía dos.

Claro todo eso me clavó un puñal, un puñal muy raro, puñal que nada ni nadie podrá extirpar jamás. Raro porque no sangra, pero a veces duele. Raro porque a veces se sufre, pero que en un ritual masoquista uno busca volver a sentir ese sufrimiento. Raro porqué es un puñal clavado profundamente, que ni siquiera rayos equis, ecografías ni resonancias pueden detectar. Raro porque a veces uno piensa y desea emprender ese sueño apacible y eterno mirando extasiado esos colores azul y blanco como última visión.

Llegó el momento de ir solos al Coloso de Liniers, siempre juntos con Oscar. Las tardes inolvidables pinponeando bajo la mirada siempre atenta de Horacio, los retos de Don Peláez, de vez en cuando apareciendo el prohombre velezano, Don Pepe, con su gesto duro y bonachón a la vez, dando consejos a los pibes que por allí revoloteábamos. El rico sánguche, si sánguche al común decir, de jamón y queso preparado por la vieja, la plata para la Coca y a pasar las tardes de verano en la olímpica, donde Oscar me dio el empujón eternamente agradecido, que quitó en mi el miedo a lo profundo y que me enseñó a nadar de prepo, mientras el bañero, como se le llamaba entonces, con un reto a mi amigo y una sonrisa cómplice mirándome, que decía “De esta aprendés o aprendés”.

Domingos a la cancha, y ya con el viejo resignado a no ir a ver mas a su equipo, sino yendo a gritar los goles del Fortín, local y visitante, o a refunfuñar cuando los goles entraban en el arco velezano, y a la noche si ganaba Vélez a esperar la sexta en la esquina de Rivadavia y Escalada, siempre con Oscar.

Claro , llegó la época de los bailes, los carnavales gloriosos, obviamente yendo con Oscar y un par más de la banda como Jorge y Omar, a hacer notables los cabezazos, que bien podrían envidiarlos buenos delanteros de Fútbol, para que una dulce fémina asintiera bailar con uno. Oscar, su facha y su parla, que mas de una vez lo acercó primero a la madre de la niña, si a la madre, para mostrarse como buen partido para la hija, y ver como la señora cuida, como hoy dirían los pibes, codeaba a la hija y no tan disimuladamente le señalaba a Oscar, para que accediera a bailar. La cuestión era, que casi nunca planchábamos, pero 0scar siempre ganaba algo más que bailar solamente.

Recorrer arrodillados el campo Amalfitani el veintinueve de diciembre del sesenta y ocho, dando gracias al Dios del fútbol, y a papá Noel por traer el primer campeonato al barrio de Liniers y oscar robándose pedazo de césped que durante años cuidó permanentemente en su casa como una reliquia. La fiesta, tirarse vestidos a la pileta, que se yo cuantas cosas y terminar por la madrugada llegando extasiados a casa.

Pero una vez la facha de Oscar quedó de lado cuando el primer sábado de carnaval del sesenta y nueve cité a la hija del tano Alberto, ahí, donde se citaba siempre a la persona gustada, en el inefable Monumento a la Madre, donde vaya a saber se escondía ese travieso Cupido, que armó tantas parejas con su flechita iluminada, y donde me ató para siempre a la mujer que sigo amando y que me dio dos hermosas hijas y dos mas hermosos nietos, que alegran mis años veteranos. Obviamente, yocon Stella todo el baile, luego llevarla a la casa con mi futura suegrita al lado, y después analizar lo ocurrido, en la soledad de mi cuarto. Oscar Obviamente, salió del baile acompañado, sin madre por medio y vaya a saber en que lugar non sancto, terminar la noche de carnaval. Al día siguiente y preparándonos para volver, me dijo que si la cosa iba en serio, le metiera pata por había elegido bien.

Ya hacía un par de años que juntos habíamos empezado arquitectura, y si bien la política hasta ese momento no había sido tema prioritario, la facultad todo lo puede, y oscar y yo comenzamos a pensar distinto, pero siempre juntos a pesar de las ideas no compartidas, Y más amigos que nunca.

En el setenta y uno, el galán, el fachero, el que solo jugaba con las “minitas”, el que hasta los treinta y cinco no se iba a casar, cayó de una, flechado por Marina, y casamiento inevitable, yo también esperé un año mas y también el himeneo fue inexorable.

Nunca profundizamos la relación con nuestras esposas. Nunca quisimos mezclar las aguas. Nos encontrábamos religiosamente todos los domingos allí donde jugara Vélez, y dos veces a la semana en el bar que estaba bajo lo que es la Sur hoy, café charla, política, tené cuidado Oscar, tené cuidado flaco, abrazo, no se usaba el beso todavía, no era de machos, que tontería.

Mayo del setenta y cuatro, el domingo anterior Oscar no fue a la cancha, sería la primera vez que no me avisaba. El martes yo esperando en el barcito y de pronto para mí, no apareció Oscar, sino una sombra de lo que era, moretones, brazo roto y caminar cansino y doliente, ¿Qué te pasó hermano? “Nada que no se sepa,, el primero me molieron a palos en la Plaza”. ¿Pero porqué? ¿Cómo? . “Dejalo ahí flaco, hablemos de Vélez”, y así fue.

Oscar dejó de ir a la facultad, pero siempre a ver a Vélez juntos, y como respuesta a su abandono, solo recibí el inapelable “Me cansé de Arquitectura”, yo sabía que me estaba mintiendo.

Siempre igual, nos seguíamos viendo y yendo a los lugares comunes juntos, pero había algo raro en él, siempre miraba para todos lados, vivía como con miedo, era otro Oscar. Hasta que un día de junio del setenta y seis, me cansé de esperarlo en la esquina de Barragán y Reservistas y me metí a la cancha, justo antes de empezar el partido. El lunes fui a su casa, nadie contestó y nadie contestaría jamás, Oscar desapareció de los lugares comunes, nadie supo mas de él. Ni la pobre vieja que se murió con la esperanza  de un día volver a verlo.

La vida sigue, el dolor también, pero pucha, como te extrañé hermano, como me hubiese gustado que te mojaras y reventaras de frio en ese junio del noventa y tres en La Plata, como me hubiese gustado que te corrieran los de Peñarol en la noche montevideana, o que casi te murieras infartado en la noche amalfitana cuando un paraguayo que hizo historia atajó dos penales, y porqué no, dieras las gracias a los amables paulistas el treinta y uno de agosto del noventa y cuatro, cuando por no poder dárnosla en la mano, nos tiraban de esa “cerveja” como ellos la llaman, calentita. Como te extrañé ese amanecer de diciembre cuando en el televisor se escuchaba un don Niembraaa gritando “Asad, Asad”. Y el gol festejando eternamente con “milanesas” a la Argentina.

Después siguieron las alegrías, los años de gloria, los años felices, ¿Qué nos faltó ganar, si ganamos todo? Y ganamos algo que nadie jamás podrá quitarnos, el respecto y el apelativo de ser los primeros en ser un gran club.

Hoy somos gloria, afán, historia, cultura, crecimiento, ejemplo entre los clubes argentinos. Y lo que estoy seguro que todavía está por venir, porque Vélezno para, Vélez sigue, sigue y seguirá.

Don Pepe desde allá, desde donde esté, estará orgulloso de haber dicho en el año cuarenta “Señores, yo no vine a un velorio” cuando todos lloraban la casi desaparición velezana y otros lloraban la caída de París. Y ese orgullo será mayor porque verá que los que lo continuaron, siguen pensando en un Vélez tan grande como él lo soñó.

Y a vos Oscarcito, quédate tranquilo que mientras tenga fuerzas seguiré viendo a nuestro Fortín y yendo cada vez que puedo a ese mágico predio que comenzando en Barragán, termina ahí nomás, casi donde empieza Irigoyen.

Fortín sos parte indisoluble de mi vida, la vida que siempre soñé vivir y que te hubiese gustado seguir viviendo a vos también Oscar querido.

José María Rey