Todas las miradas todas, estuvieron puestas sobre el Estadio José Amalfitani. El cruce entre Vélez y Boca por la ida de los cuartos de final de la Copa Superliga, fue sin dudas el gran atractivo de la fase. En estos primeros noventa y cuatro minutos de juego, no defraudó.

Porque lejos del morbo, hubo un equipo en cancha que creció con el correr de los minutos. Fue el conjunto comandado por Gabriel Heinze el que se fue acomodando en el campo de juego hasta terminar durante todo el complemento, siendo el verdadero protagonista de todas y cada una de las acciones del trámite.

El Fortín se plantó en cancha y sometió a un Boca muy refugiado en las cercanías del área que defendió de maravillas su arquero Andrada. Un Vélez que en el primer tiempo se mostró por momentos inconexo ante la presión del rival con la tenencia del balón, pero que con el correr de los minutos se acomodó a lo que demandaba el partido y comenzó a controlar el desarrollo a su antojo.

Fue vital el manejo de Gastón Giménez en la zona medular con los aportes de Nico Domínguez, desdoblando su función también sobre la banda derecha. Un conjunto local que además, tuvo un sacrificio muy grande de Agustín Bouzat por la banda, siendo siempre una solución y una ayuda enorme en la recuperación; como también una propuesta interesante para generar daño desde la derecha. La solidez defensiva del tridente Laso, Giannetti y Abram para absorber los intentos de Ábila, Zárate o Tevez en su ingreso; con un Hoyos cada vez más sobrio y sin trabajo en la noche de Liniers. La movilidad de Leandro Fernández siempre listo para aguantar de espaldas y buscar la descarga rápida para alguno de sus compañeros.  

Hasta mismo la conducción de Thiago Almada creció con el correr de los minutos mientras estuvo en cancha, cuando se animó a jugar, puso el potrero al servicio del equipo y se hizo dueño del desequilibrio en el último tramo del campo rival. El Monito Vargas intentó ser inquietante, aunque le costó engranar con sus compañeros, y la amarilla terminó condicionando su estadía en en el terreno.

Todo ese sacrificio de Vélez se vio reflejado en campo. Boca no tuvo remates directos a portería en lo que duró el cruce. Algo que es puro mérito de un equipo que le cortó los circuitos y le impuso sus condiciones. Vélez contó con cuatro situaciones claras de gol. Dos tiros en el travesaño: un cabezazo de Leandro Fernández y un remate de Nico Domínguez. Dos tapadas terribles de Andrada: una al Nene Barreal y otra un cabezazo tremendo a Pablo Galdames. Por la soberbia actuación del 1 Xeneize, Boca no se fue con un duro golpe de Liniers y Vélez con lo que mereció por lejos durante toda la noche.

También jugó su parte la animosa actuación de Diego Abal, omitiendo un claro penal de Emmanuel Más sobre Leandro Fernández en el segundo tiempo, ya que el defensor se lo lleva puesto al delantero de Vélez. Sumado a la pasividad de juzgar con amarillas las duras faltas de Nández o Marcone; mientras que a la primera que cometían Vargas o Almada, estos veían la cartulina.

La serie está abierta. Cualquier igualdad con goles y lógicamente la victoria en la Bombonera, clasifica al equipo de Heinze. Un Heinze que en la semana reveló su fórmula para jugar este duelo. "Correr con el corazón y jugar con la cabeza", dijo el DT. Este Vélez, su Vélez, lo siguió al pie de la letra, dentro y fuera del perímetro del campo.