Institución

La Estatua de Willington en la fiesta del deporte

Hoy, en la Fiesta del Deporte a realizarse en el Espacio Multifunción II, se descubrirá la Estatua de Daniel Willington, el crack que deslumbró a la parcialidad fortinera por su enorme talento, conmemorando los 50 años de la obtención del titulo de 1968.

El Club Atlético Vélez Sarsfield, con la iniciativa de la Subcomisión del Hincha, llevó adelante este proyecto que contó con el destacado aporte de socios e hinchas. La encargada de realizar la obra fue la reconocida artista plástica Elizabeth Eichhorm, quien ya hizo las del Virrey y la del enorme arquero guaraní.
 
La estatua a Willington medirá aproximadamente 2 metros, estará realizada con resina plástica y pesará aproximadamente 100 kilogramos. La imagen del ídolo cordobés será como jugador, al igual que las de Bianchi y Chilavert. 
 
Reseña de un ídolo Fortinero
 
Daniel Willington, el famoso cordobés, nació en Santa Fe el 1º de septiembre de 1942.

Arribó al Club desde el Talleres de la ciudad mediterránea, donde descollaba por sus brillantes actuaciones, como uno de los refuerzos para afrontar la temporada y, aunque era poco conocido en el ámbito capitalino-en épocas sin internet y con escaso aporte informativo desde el interior- Amalfitani desembolsó $ 1.150.000 por su pase y la cesión del futbolista Juan Carlos Icardi a la entidad de la Docta.

Uno de los máximos ídolos de nuestra vida deportiva debutó de manera oficial el 25 de marzo de 1962 ante el Globo en un partido encuadrado por la 1ª fecha del Torneo, en cancha de Huracán.

Una semana antes el “Loco” había realizado su estreno informal en un amistoso ante Boca también en el Tomás Ducó. Allí mostró destellos de su calidad y le clavó al arquero xeneixe un estiletazo impresionante de tiro libre desde unos cuarenta metros.

De porte esbelto, glamoroso para el juego, el Daniel era el número diez clásico, el enganche, el creativo, función con riesgo de extinción.

Era dueño de un patrimonio genético que incluía una batería de atributos envidiable: gol, panorama, una gambeta lujosa y pragmática, guapeza, una precisión quirúrgica para la asistencia y el pase corto y largo, y una pegada extraordinaria.

Completaba todas estas cualidades con un perfil humano en el cual resaltaban su tonada cordobesa, su carisma, su indolencia (un rasgo característico de los talentosos), su bohemia y su espíritu cultor de amistades.

El Pelé blanco brilló en Vélez durante una década. Maravilló con sus actuaciones a propios y extraños. Se metió a sus fanáticos en el bolsillo con su personalidad magnética y su destreza para domesticar a su mejor amiga, la pelota. Verlo jugar era un deleite, un placer. Cada domingo asombraba con un chiche nuevo o sacaba un conejo diferente de su desfondada chistera, trucos que erotizaban y fidelizaban su estrecho vínculo con los hinchas. Sus devotos le abrieron una cuenta con descubierto sin límites. Fue amor a primera vista. Todo se le perdonaba, como a los dioses. Para muchos fue el mejor jugador de campo de nuestra historia, el de mejor técnica, el de mayores recursos estéticos.

El futbolista de apellido inglés engalanó la camiseta en 211 compromisos y anotó 68 tantos. Sobresalió y fue determinante con sus magistrales producciones en la obtención de nuestro primer título de primera división, el Nacional 68. En 1971 abdicó al trono en Liniers-aunque no dejó la corona- y  se subió definitivamente al podio de los próceres, de los indiscutidos.