Institución

Razones de una fiesta...

Lo describe la pluma del reconocido filósofo e hincha de Vélez Sarsfield, Walter Kohan sobre sus vivencias en torno a la Fiesta Magna del Centenario del Club Atlético Vélez Sarsfield. Un relato único y especial, de un viaje frenético que lo tuvo entre Brasil y la Argentina en un par de días, para dejarse llevar por el gran sentimiento que lo moviliza. El texto de un hombre que escribe con V.

El relato de Walter Kohan, para el Centenario velezano.

Vélez tuvo su fiesta del centenario. Las palabras son insuficientes: mega, maxi, magna, super...  La fiesta fue maravillosa, espectacular, impresionante, desde la técnica, el arte, la emoción. Recorrió el club desde sus inicios, en la voz, el cuerpo y la música de sus más fieles miembros. Exhibió todos los brillos posibles. Tuvo una gran virtud: mostró lo que Vélez es: una comunidad de personas al servicio de las expresiones más diversas de la educación, el  deporte y la cultura, acompañada de una pasión compartida que no para de crecer en todos los sentidos posibles.

 

La fiesta mostró las razones del orgullo de un pueblo. Esas razones son básicamente de dos orígenes. Por un lado,  están las deportivas, claro, y aunque la fiesta mostró que las hay en muchísimos deportes, las que más ganan espacio, en un contexto como el nuestro, son las futbolísticas. En ese sentido, pareciera que todas las metas se han logrado, básicamente, con el magno equipo de los noventa, el que lo ha ganado todo. Sin embargo, recientemente, la venganza contra el responsable de una de las pocas y más intensas frustraciones de su historia, la de 1971, mostró que todavía hay muchos motivos para seguir ganando, como de hecho el actual grupo parece obstinado en querer confirmar. Hay, entonces, razones futbolísticas de sobra, en el pasado, el presente y el futuro, para tamaña celebración. Bastaba escuchar la serena convicción, la sonora alegría con que la multitud fortinera cantaba en la fiesta ?vamo a volver... a dar la vuelta en el barrio de liniers...? Parece sólo una cuestión de tiempo.

 

Pero hay razones igual o más fuertes fuera del campo estrictamente deportivo y futbolístico para semejante orgullo. Reparemos en una de ellas. Vélez tiene una escuela con dos mil alumnos, pero la verdad es que el club ES una escuela, o sea, se ha vuelto un lugar donde las personas aprenden a vivir mejor con las otras, donde se realizan sueños individuales y colectivos, donde predomina el sentido de lo común sobre los intereses particulares. Vélez es un lugar donde las personas no sólo aprenden y enseñar a ganar en un deporte, sino también a ganar el juego más difícil, el de la vida. No es un detalle que en la fiesta hayan podido recibir su homenaje, por un lado, los socios más antiguos, hasta la edad de 92 años, casi tantos como el club y que también lo hayan podido hacer los presidentes más recientes en armonía y respeto, con diferencias, pero con el mismo reconocimiento de haber prestado un servicio común al crecimiento insospechado e imparable de un club al que ninguna crisis parece amenazar. Este parece ser el secreto más valioso: Vélez consigue que las personas se potencien, den lo mejor de sí para algo que está más allá de ellas y encuentren en ese sentido común su realización. Los que son valiosos ? y comparten el sentido de la tarea en común - en Vélez se tornan más valiosos. Eso es lo que hace ? o debería hacer - una escuela. Eso es lo que hace Vélez: que la inmensa mayoría de los que pasan por sus entrañas lo sienta como su lugar, como algo que forma parte imborrable de su identidad, como el gran Chila lo decía tan claramente en la magna fiesta: su casa, el lugar donde siempre desearía poder estar, el lugar donde mejor se siente para vivir.

 

De modo que la emoción, la alegría y el orgullo centenarios tienen sólidas razones. Hay tal vez otras razones. Una de ellas seguramente es que, en sus logros, sobre todo en los no estrictamente deportivos, Vélez es excepcional, al menos en Argentina. Único.

 

Ningún otro club tiene tantos motivos de orgullo y todos al mismo tiempo.  Por eso Vélez parece no cansarse de celebrar sus cien años. Como si siempre aparecieran nuevos motivos. Y qué merecido lo tiene. Hay allí tal vez otro motivo: la alegría de celebrar el celebrar, cuando es tan intenso, genuino, auténtico, irreprochable, como cada festejo fortinero.  El orgullo del justo celebrar, el pecho que se infla soberano, el abrir las puertas de la casa con la tranquilidad y franqueza del que sabe la firmeza de los cimientos sobre los que la ha construido. Tal vez la inspiración del inigualable don Pepe y del coliseo construido sobre una laguna sean mucho más que una imagen ilustradora de un modo de pensar el crecimiento institucional que, desde su más genuino estratega, contagia a todos los que habitan su suelo.

 

Vélez festejó otra vez su centenario. Qué alegría. Para los hinchas de Vélez, claro. Pero también para el deporte, la cultura, la educación. Para la vida en común. Para todo ser humano que la sepa apreciar. Qué fiesta increíble. Cuánto orgullo. ¿Quién lo hubiera podido predecir hace sólo cien años? Quién se atreve a negarlo en estos días? Quién puede osar  dimensionar el crecimiento en los próximos cien años? Gracias, Vélez. Salud, alegría, vida perenne para tus colores, tu historia, tu vida y la fuerza que irradia tu pasión centenaria, imperecedera, inmortal. Gracias Vélez por la fiesta y, sobre todo, por hacer de un pedacito de este mundo un lugar más digno y más alegre de habitarlo.

 

Walter Kohan, 27 de setiembre de 2010