Institución

Para el más grande en su día

Hace 60 años, nacía uno de los ídolos máximos de nuestra institución, Carlitos, Carlos Bianchi, el Virrey de Liniers. Primero con sus incansables gritos de gol; más tarde para saltar desde el banco de suplentes para llevar a Vélez a recorrer el mundo de su mano.

En 1969, en uno de los ejemplares de EL GRÁFICO; el periodista Osvaldo Ardizzone, le dedicó unas líneas a ese pibe que había colaborado con goles en el primer grito grande del Fortín en el Fútbol Argentino y que para ese entonces por esos caprichos del destino ocupaba un lugar en el banco de suplentes. La nota se tituló En el segundo tiempo, Bianchi, y comenzaba así. ?No sé cuál será el futuro del pibe Bianchi. En el fútbol no valen ni los horóscopos ni las predicciones... Como aquello de que hay un pibe en la cuarta de la mañana que va a ser un crack. ¡Cuántas veces habremos escuchado esa misma afirmación de la boca del jubilado del barrio que no se pierde ni los entrenamientos de las divisiones inferiores. Y cuántos sueños agonizan en le anonimato de un taller o de una oficina. Pero no solo se equivoca el jubilado. Se equivoca el presidente del club, el secretario y hasta el técnico. Y después, muchas veces sólo queda la evocación. ¿Qué habrá pasado con ese chiquilín de la cuarta de la mañana?. Por eso, ¿qué puede ocurrir con el pibe Bianchi? [...]?.

 

La respuesta a este interrogante que planteaba Ardizzone por aquellos tiempos, a poco de 40 años después, le cabe una historia muy grande detrás. Una historia grande y de grandeza. Una historia de un grande. Un grande que hizo historia. Un grande que por aquel 26 de abril de 1949, ponía un pie en el mundo de la misma forma que lo haría tiempo después en el área grande rival: con personalidad. Ese pibe de apellido Bianchi, como denominaba la nota, lió de purrete su vida con la tierra sagrada del potrero. Luego vendrían los tiempos de vestir formalmente su fútbol en sus clubes de la infancia: Unión y Paz y el Ciclón de Jonte. Así pasaba su vida, entre clubes y sueños de potrero, hasta llegar con once años, a probarse la ?V? azulada en el pecho. Ese pibe que comenzaba a escribir una historia ligada a esos colores. Una historia de amor aferrada más allá del sentimiento.

 

Ese pibe de apellido Bianchi que con goles entre juveniles e inferiores comenzó a convertirse en ?Carlitos? y así llegaría al Fútbol Grande de la Argentina. Así un 25 de julio de 1967, Carlitos se vestía de jugador profesional de Vélez frente a Boca y debía esperar tan solo un año después para debutar oficialmente en ese lugar placentero para cualquier goleador: la red. Carlitos no sería excepción. Lo sufrieron varios arqueros en el fútbol de época, algunos perdieron con sus goles invictos más que importantes. Y con siete de sus goles, ayudó al Fortín a coronarse Campeón Nacional por primera vez en su historia en el recordado 1968. Ese pibe de apellido Bianchi, que pasó a ser conocido como Carlitos, se grababa su nombre en los anales de gloria del fútbol doméstico.

 

Llegarían sin fines de conquistas que vulgarmente las denominan gol. Así fue máximo conquistador en dos torneos: el Nacional ?70 y Metro ?71. Así, a fuerza de goles se convirtió en el mayor artillero de la historia de Vélez. Nada más ni nada menos. Marca que aún hoy nadie pudo quebrar.

 

El tiempo, la vida, las idas y vueltas, lo llevarían de Francia a la Argentina, de Europa a Liniers, de corazón a corazón fortinero. Así fue como en 1984, se vestía por última vez como jugador de Vélez y se despedía de su tan amado club. Una despedida prolongada, pero tan sólo una despedida.

 

El 10 de enero de 1993, esa despedida cambiaba por bienvenida. Con mucho tiempo a cuestas, aquel Carlitos ya era Carlos Bianchi. Ya no se ponía los cortos los días domingos, si se paraba de un impecable traje pegadito a la línea de cal. Comenzaba su ciclo como entrenador de Vélez. El ciclo máximo en gloria deportiva de la historia del club. Y ese pibe de apellido Bianchi, ya más grande y maduro, tenía mucho que ver. Llegaría el Clausura 1993, esa nueva presea lograda justo 25 años después de la última y primera conquista, que mucho tenía que ver con él. Se sumaría aquel grito en la boca del túnel en el mismísimo Morumbí, cuando el capricho de uno lo privó de festejar en cancha de la gloria y del sueño americano. Vendría en tierras lejanas de oriente la distinción mundial. Vélez miraba a todos los clubes del mundo desde lo más alto, a un costado quedaba caído el todopoderoso Milan italiano. Copas, Torneos Locales, Copas y demás glorias. Ese pibe de apellido Bianchi, que luego fue Carlitos, que regresó de Europa como Carlos Bianchi; se convertía en el Virrey de Liniers.

 

El tiempo y la distancia lo alejaron físicamente del club; pero nunca lo apartó del sentimiento a ese pibe, Carlitos, Carlos Bianchi o el Virrey. Algún día el tiempo, el destino y también la distancia lo ligarán nuevamente de cuerpo y alma con estos colores. Algún día el tiempo volverá a plantear un interrogante, sea en una nota o en el aire. Pero lo que podía ocurrir con aquel pibe Bianchi, eso por suerte, todos lo sabemos. Felíz Cumpleaños, Carlos!!!.

 

Carlos Alberto Martino.